"La República" de Platón

LA FAGEDA

LIBRO II, 368C-376C. TRADUCCIÓN

368 c impiedad el callarse cuando en presencia de uno se ataca a la justicia y
no defenderla mientras queden alientos y voz para hacerlo. Vale más,
pues, ayudarle de la mejor manera que pueda.
Entonces Glaucón y los otros me rogaron que en modo alguno dejara
de defenderla ni me desentendiera de la cuestión, sino al contrario, que
continuase investigando en qué consistían una y otra y cuál era la
verdad acerca de sus respectivas ventajas. Yo les respondí lo que a mí
me parecía:
        ALEGORÍA DEL CARTEL: LETRAS GRANDES Y PEQUEÑAS; POLIS Y HOMBRE
-La investigación que emprendemos no es de poca monta; antes bien,
d requiere, a mi entender, una persona de visión penetrante. Pero como
nosotros carecemos de ella, me parece -dije- que lo mejor es seguir en
esta indagación el método de aquel que, no gozando de muy buena
vista, recibe orden de leer desde lejos unas letras pequeñas y se da
cuenta entonces de que en algún otro lugar están reproducidas las
mismas letras en tamaño mayor y sobre fondo mayor también. Este
hombre consideraría una feliz circunstancia, creo yo, la que le permitía
leer primero estas últimas y comprobar luego si las más pequeñas eran
realmente las mismas.
-Desde luego -dijo Adimanto-. Pero ¿qué semejanza adviertes,
e Sócrates, entre ese ejemplo y la investigación acerca de lo justo?
-Yo lo lo diré -respondí-. ¿No afirmamos que existe una justicia
propia del hombre particular, pero otra también, según creo yo, propia
de una ciudad entera
?
-Ciertamente -dijo.
-¿Y no es la ciudad mayor que el hombre?
-Mayor -dijo.
-Entonces es posible que haya más justicia en el objeto mayor y que
resulte más fácil llegarla a conocer en él. De modo que, si os parece,
       MÉTODO DE LA INVESTIGACIÓN: ORDEN QUE SEGUIRÁ EN LA REPÚBLICA
examinemos ante todo la naturaleza de la justicia en las ciudades y
369a después pasaremos a estudiarla también en los distintos individuos intentando
descubrir en los rasgos del menor objeto la similitud con el
mayor.

-Me parece bien dicho -afirmó él.
       HIPÓTESIS: SI FUNDAMOS UNA CIUDAD, VEREMOS DÓNDE NACE LA JUSTICIA Y LA INJUSTICIA
-Entonces -seguí-, si contempláramos en espíritu cómo nace una
ciudad, ¿podríamos observar también cómo se desarrollan con ella la
justicia a injusticia?
-Tal vez -dijo.
-¿Y no es de esperar que después de esto nos sea más fácil ver claro
en lo que investigamos?
b -Mucho más fácil.
-¿Os parece, pues, que intentemos continuar? Porque creo que no va
a ser labor de poca monta. Pensadlo, pues.
-Ya está pensado -dijo Adimanto-. No dejes, pues, de hacerlo.
       ORIGEN Y FINALIDAD DE LA POLIS
XI. -Pues bien -comencé yo-, la ciudad nace, en mi opinión, por
darse la circunstancia de que ninguno de nosotros se basta a sí mismo,
sino que necesita de muchas cosas
. ¿O crees otra la razón por la cual se
fundan las ciudades?
-Ninguna otra -contestó.
        DEFINICIÓN DE POLIS
c -Así, pues, cada uno va tomando consigo a tal hombre para satisfacer
esta necesidad y a tal otro para aquella; de este modo, al necesitar todos
de muchas cosas, vamos reuniendo en una sola vivienda a multitud de
personas en calidad de asociados y auxiliares y a esta cohabitación le
damos el nombre de ciudad
. ¿No es así?
-Así.
-Y cuando uno da a otro algo o lo toma de él, ¿lo hace por considerar
que ello redunda en su beneficio?
-Desde luego.
-¡Ea, pues! -continué-. Edifiquemos con palabras una ciudad desde
sus cimientos. La construirán, por lo visto, nuestras necesidades.
-¿Cómo no?
       NECESIDADES PRIMARIAS QUE CUBRE LA POLIS:ALIMENTOS, HABITACIÓN, VESTIDO
d -Pues bien, la primera y mayor de ellas es la provisión de alimentos
para mantener existencia y vida.
-Naturalmente.
-La segunda, la habitación; y la tercera, el vestido y cosas similares.
-Así es.
        ORIGEN DE DIVERSOS PRODUCTORES Y PRIMERA PREVISIÓN DEL NÚMERO DE HABITANTES DE LA CIUDAD JUSTA O PERFECTA: 
-Bueno -dije yo-. ¿Y cómo atenderá la ciudad a la provisión de tantas
cosas?
¿No habrá uno que sea labrador, otro albañil y otro tejedor? ¿No
será menester añadir a éstos un zapatero y algún otro de los que
atienden a las necesidades materiales?
-Efectivamente.
-Entonces una ciudad constará, como mínimo indispensable, de
cuatro o cinco hombres
.
-Tal parece.
        DISYUNTIVA SOLUCIONADA DE MODO MATEMÁTICO: ¿PARA QUIÉN (Y EN QUÉ)  TRABAJA CADA UNO DE ESOS CUATRO HOMBRES: PARA SÍ O PARA TODOS?
-¿Y qué? ¿Es preciso que cada uno de ellos dedique su actividad a la
comunidad entera
, por ejemplo, que el Labrador, siendo uno solo,
suministre víveres a otros cuatro y destine un tiempo y trabajo cuatro
veces mayor a la elaboración de los alimentos de que ha de hacer
participes a los demás? ¿O bien que se desentienda de los otros y dedique
370a la cuarta parte del tiempo a disponer para él sólo la cuarta parte del
alimento común y pase las tres cuartas partes restantes ocupándose
respectivamente de su casa, sus vestidos y su calzado sin molestarse en
compartirlos con los demás, sino cuidándose él solo y por sí solo de
sus cosas?
Y Adimanto contestó:
-Tal vez, Sócrates, resultará más fácil el primer procedimiento que el
segundo.
        1ª PREMISA DE SU TEORÍA DEL TRABAJO ÓPTIMO: HAY DIFERENCIAS INNATAS (NATURALES O POR NATURALEZA) QUE MARCAN EN QUÉ TRABAJARÁ CADA UNO
-No me extraña, por Zeus -dije yo-. Porque al hablar tú me doy
cuenta de que, por de pronto, no hay dos personas exactamente iguales
b por naturaleza, sino que en todas hay diferencias innatas que hacen apta
a cada una para una ocupación.
¿No lo crees así?
-Sí.
       2ª PREMISA DE SU TEORÍA DEL TRABAJO ÓPTIMO: TRABAJAR EN UNA COSA (LO QUE TOCA) Y CUANDO TOCA HACE QUE EL RESULTADO SEA ÓPTIMO
-¿Pues qué? ¿Trabajaría mejor una sola persona dedicada a muchos
oficios o a uno solamente
?
-A uno solo -dijo.
-Además es evidente, creo yo, que, si se deja pasar el momento
oportuno para realizar un trabajo, éste no sale bien.

-Evidente.
-En efecto, la obra no suele, según creo, esperar el momento en que
esté desocupado el artesano; antes bien, hace falta que éste atienda a su
c trabajo sin considerarlo como algo accesorio.
-Eso hace falta.
       CONCLUSIÓN DE SU TEORÍA DEL TRABAJO ÓPTIMO:
-Por consiguiente, cuando más, mejor y más fácilmente se produce es
cuando cada persona realiza un solo trabajo de acuerdo con sus
aptitudes, en el momento oportuno y sin ocuparse de nada más que de
él.

-En efecto.
       DEDUCCIONES DE ESA CONCLUSIÓN: HACEN FALTA MÁS PRODUCTORES
-Entonces, Adimanto, serán necesarios más de cuatro ciudadanos
para la provisión de los artículos de que hablábamos. Porque es de
suponer que el labriego no se fabricará por sí mismo el arado, si quiere
que éste sea bueno, ni el bidente ni los demás aperos que requiere la
d labranza
. Ni tampoco el albañil, que también necesita muchas
herramientas. Y lo mismo sucederá con el tejedor y el zapatero, ¿no?
-Cierto.
-Por consiguiente, irán entrando a formar parte de nuestra pequeña
ciudad y acrecentando su población los carpinteros, herreros y otros
muchos artesanos de parecida índole.
-Efectivamente.
-Sin embargo, no llegará todavía a ser muy grande ni aunque les
agreguemos boyeros, ovejeros y pastores de otra especie con el fin de
que los labradores tengan bueyes para arar, los albañiles y campesinos
e puedan emplear bestias para los transportes y los tejedores y zapateros
dispongan de cueros y lana.
       CONCLUSIÓN LÓGICA: LA CIUDAD CRECE
-Pues ya no será una ciudad tan pequeña -dijo- si ha de tener todo lo
que dices.
       ORIGEN LÓGICO DE LAS IMPORTACIONES Y EXPORTACIONES CON Y A OTRAS CIUDADES (MÁS GENTE TODAVÍA)
-Ahora bien -continué-, establecer esta ciudad en un lugar tal que no
sean necesarias importaciones es algo casi imposible
.
-Imposible, en efecto.
-Necesitarán, pues, todavía más personas que traigan desde otras
ciudades cuanto sea preciso.
-Las necesitarán.
371a -Pero si el que hace este servicio va con las manos vacías, sin llevar
nada de lo que les falta a aquellos de quienes se recibe lo que necesitan
los ciudadanos, volverá también de vacío. ¿No es así?
-Así me lo parece.
        NECESITAREMOS PRODUCIR MÁS DE LO NECESARIO PARA LA POLIS (MÁS GENTE: COMERCIANTES Y NAVEGANTES)
-Será preciso, por tanto, que las producciones del país no sólo sean
suficiente para ellos mismos, sino también adecuadas, por su calidad y
cantidad, a aquellos de quienes se necesita.
-Sí.
-Entonces nuestra ciudad requiere más labradores y artesanos.
-Más, ciertamente.
-Y también, digo yo, más servidores encargados de importar y
exportar cada cosa.
Ahora bien, éstos son los comerciantes, ¿no?
-Sí.
-Necesitamos, pues, comerciantes.
-En efecto.
b -Y en el caso de que el comercio se realice por mar, serán precisos
otros muchos expertos en asuntos marítimos.
-Muchos, sí.
       ORIGEN DEL COMERCIO MÁS ALLÁ DE LA PERMUTA: LA MONEDA COMO MEDIO
        se habla otra vez de la finalidad de la polis
        
XII. -¿Y qué? En el interior de la ciudad, ¿cómo cambiarán entre sí
los géneros que cada cual produzca? Pues éste ha sido precisamente el
fin con el que hemos establecido una comunidad y un Estado
.
-Está claro -contestó- que comprando y vendiendo.
-Luego esto nos traerá consigo un mercado y una moneda como
signo que facilite el cambio.

-Naturalmente.
        ORIGEN DE LOS COMERCIANTES (Y CÓMO SUELEN SER DE FÍSICO [LA FAGEDA]): EL CAMPESINO NO ESPERA (NO ES SU LABOR)
    Oficios de gente con poco físico y poca inteligencia
c -Y si el campesino que lleva al mercado alguno de sus productos, o
cualquier otro de los artesanos, no llega al mismo tiempo que los que
necesitan comerciar con él, ¿habrá de permanecer inactivo en el
mercado desatendiendo su labor?
-En modo alguno -respondió-, pues hay quienes, dándose cuenta de
esto, se dedican a prestar ese servicio
. En las ciudades bien organizadas
suelen ser por lo regular las personas de constitución menos vigorosa a
d imposibilitadas, por tanto, para desempeñar cualquier otro oficio
. Éstos
a tienen que permanecer allí en la plaza y entregar dinero por
mercancías a quienes desean vender algo y mercancías, en cambio, por
dinero a cuantos quieren comprar.
-He aquí, pues -dije-, la necesidad que da origen a la aparición de
mercaderes en nuestra ciudad
. ¿O no llamamos así a los que se dedican
a la compra y venta establecidos en la plaza, y traficantes a los que
viajan de ciudad en ciudad?
-Exactamente.
-Pues bien, falta todavía, en mi opinión, otra especie de auxiliares
e cuya cooperación no resulta ciertamente muy estimable en lo que toca a
la inteligencia, pero que gozan de suficiente fuerza física para realizar
trabajos penosos
. Venden, pues, el empleo de su fuerza y, como llaman
salario al precio que se les paga, reciben, según creo, el nombre de
asalariados. ¿No es así?
-Así es.
-Estos asalariados son, pues, una especie de complemento de la
ciudad, al menos en mi opinión.
-Tal creo yo.
       2º VEZ QUE SE DA POR CONCLUIDA LA CIUDAD. 
        REVISIÓN DE SI HAY O NO JUSTICIA Y DÓNDE BUSCARLA: RELACIONES
-Bien, Adimanto; ¿tenemos ya una ciudad lo suficientemente
grande para ser perfecta?
-Es posible.
-Pues bien, ¿dónde podríamos hallar en ella la justicia y la
injusticia? ¿De cuál de los elementos considerados han tomado su
origen?

372a -Por mi parte -contestó-, no lo veo claro, ¡oh, Sócrates! Tal vez,
pienso, de las mutuas relaciones entre estos mismos elementos.
-Puede ser -dije yo- que tengas razón. Mas hay que examinar la
cuestión y no dejarla.
    1ª VERSIÓN DE CÓMO VIVIRÁN
Ante todo, consideremos, pues, cómo vivirán los ciudadanos así
organizados. ¿Qué otra cosa harán sino producir trigo, vino, vestidos y
zapatos? Se construirán viviendas; en verano trabajarán generalmente
b en cueros y descalzos y en invierno convenientemente abrigados y
calzados. Se alimentarán con harina de cebada o trigo, que cocerán o
amasarán para comérsela, servida sobre juncos a hojas limpias, en
forma de hermosas tortas y panes, con los cuales se banquetearán,
c recostados en lechos naturales de nueza y mirto, en compañía de sus hijos;
beberán vino, coronados todos de flores, y cantarán laudes de los
dioses, satisfechos con su mutua compañía, y por temor de la pobreza o
la guerra no procrearán más descendencia que aquella que les permitan
sus recursos.
XIII. Entonces, Glaucón interrumpió, diciendo:
-Pero me parece que invitas a esas gentes a un banquete sin
companage alguno.
    2ª VERSIÓN DE CÓMO VIVIRÁN: ALGO MÁS QUE PAN
-Es verdad -contesté-. Se me olvidaba que también tendrán
companage: sal, desde luego; aceitunas, queso, y podrán asimismo
hervir cebollas y verduras, que son alimentos del campo. De postre les
serviremos higos, guisantes y habas, y tostarán al fuego murtones y
d bellotas, que acompañarán con moderadas libaciones. De este modo,
después de haber pasado en paz y con salud su vida, morirán, como es
natural, a edad muy avanzada y dejarán en herencia a sus descendientes
otra vida similar a la de ellos.
    3ª VERSIÓN DE CÓMO VIVIRÁN: LA CIUDAD DE HOMBRES, NO DE CERDOS. 
Pero él repuso:
-Y si estuvieras organizando, ¡oh, Sócrates!, una ciudad de cerdos,
¿con qué otros alimentos los cebarías sino con estos mismos?
-¿Pues qué hace falta, Glaucón? -pregunté.
-Lo que es costumbre -respondió-. Es necesario, me parece a mí, que,
si no queremos que lleven una vida miserable, coman recostados en
e lechos y puedan tomar de una mesa viandas y postres como los que
tienen los hombres
de hoy día.

    CIUDAD NO ES CIUDAD CON LUJO
    HIPÓTESIS DE UNIÓN LUJO-INJUSTICIA
-¡Ah! -exclamé-. Ya me doy cuenta. No tratamos sólo, por lo visto,
de investigar el origen de una ciudad, sino el de una ciudad de lujo.
Pues bien, quizá no esté mal eso. Pues examinando una tal ciudad
puede ser que lleguemos a comprender bien de qué modo nacen justicia
a injusticia en las ciudades. Con todo, yo creo que la verdadera ciudad
es la que acabamos de describir: una ciudad sana,
por así decirlo. Pero,
si queréis, contemplemos también otra ciudad atacada de una infección;
373a nada hay que nos lo impida.
Pues bien, habrá evidentemente algunos
que no se contentarán con esa alimentación y género de vida;
importarán lechos, mesas, mobiliario de toda especie, manjares,
perfumes, sahumerios, cortesanas, golosinas, y todo ello de muchas
clases distintas. Entonces ya no se contará entre las cosas necesarias
solamente lo que antes enumerábamos, la habitación, el vestido y el
calzado, sino que habrán de dedicarse a la pintura y el bordado, y será
preciso procurarse oro, marfil y todos los materiales semejantes. ¿No es
así?

b -Sí -dijo.
    EL LUJO AGRANDA LA CIUDAD: UNIÓN NECESIDAD-CIUDADANO
-Hay, pues, que volver a agrandar la ciudad. Porque aquélla, que era
la sana, ya no nos basta; será necesario que aumente en extensión y
adquiera nuevos habitantes, que ya no estarán allí para desempeñar
oficios indispensables
;
por ejemplo, cazadores de todas clases y una
plétora de imitadores, aplicados unos a la reproducción de colores y
formas y cultivadores otros de la música, esto es, poetas y sus
auxiliares, tales como rapsodos, actores, danzantes y empresarios.
También habrá fabricantes de artículos de toda índole, particularmente
de aquellos que se relacionan con el tocado femenino. Precisaremos
también de más servidores. ¿O no crees que harán falta preceptores,
nodrizas, ayas, camareras, peluqueros, cocineros y maestros de cocina?
c Y también necesitaremos porquerizos. Éstos no los teníamos en la
primera ciudad, porque en ella no hacían ninguna falta, pero en ésta
también serán necesarios. Y asimismo requeriremos grandes cantidades
de animales de todas clases,
si es que la gente se los ha de comer. ¿No?
-¿Cómo no?
    ¡OJO AL DATO! UNIÓN LUJO Y NECESIDAD DE MÉDICOS
-Con ese régimen de vida, ¿tendremos, pues, mucha más necesidad
de médicos que antes?
d -Mucha Más.
    UNIÓN DESEO INMODERADO DE RIQUEZA  Y   GUERRA POR MÁS TERRITORIOS
XIV -Y también el país, que entonces bastaba para sustentar a sus
habitantes, resultará pequeño y no ya suficiente. ¿No lo crees así?
-Así lo creo -dijo.
-¿Habremos, pues, de recortar en nuestro provecho el territorio
vecino, si queremos tener suficientes pastos y tierra cultivable, y harán
ellos lo mismo con el nuestro si, traspasando los límites de lo necesario,
se abandonan también a un deseo de ilimitada adquisición de riquezas?

e -Es muy forzoso, Sócrates -dije.
-¿Tendremos, pues, que guerrear como consecuencia de esto? ¿O qué
otra cosa sucederá, Glaucón?
-Lo que tú dices -respondió.
    CONSECUENCIAS DE LA GUERRA (QUE SE DEBE A...EL AFÁN DE RIQUEZA)
374a -No digamos aún –seguí- si la guerra produce males o bienes, sino
solamente que, en cambio, hemos descubierto el origen de la guerra en
aquello de lo cual nacen las mayores catástrofes públicas y privadas
que recaen sobre las ciudades.

-Exactamente.
-Además será preciso, querido amigo, hacer la ciudad todavía mayor,
pero no un poco mayor, sino tal que pueda dar cabida a todo un ejército
capaz de salir a campaña para combatir contra los invasores en defensa

de cuanto poseen y de aquellos a que hace poco nos referíamos.
-¿Pues qué? -arguyó él-. ¿Ellos no pueden hacerlo por sí?
    NECESIDAD DE MILITARES BIEN FORMADOS (FUNCIÓN-CIUDADANO)
-No -repliqué-, al menos si tenía valor la consecuencia a que llegaste
con todos nosotros cuando dábamos forma a la ciudad; pues
convinimos, no sé si lo recuerdas, en la imposibilidad de que una sola
persona desempeñara bien muchos oficios
.
-Tienes razón -dijo.
b -¿Y qué? -continué-. ¿No lo parece un oficio el del que ti combate en
guerra?

-Desde luego -dijo.
-¿Merece acaso mayor atención el oficio del zapatero que el del
militar?
-En modo alguno.
-Pues bien, recuerda que no dejábamos al zapatero que intentara ser
al mismo tiempo labrador, tejedor o albañil; tenía que ser únicamente
zapatero para que nos realizara bien las labores propias de su oficio; y a
cada uno de los demás artesanos les asignábamos del mismo modo una
sola tarea, la que les dictasen sus aptitudes naturales y aquella en que
c fuesen a trabajar bien durante toda su vida, absteniéndose de toda otra
ocupación y no dejando pasar la ocasión oportuna para ejecutar cada
obra. ¿Y acaso no resulta de la máxima importancia el que también las
cosas de la guerra se hagan como es debido?
¿O son tan fáciles que un
labrador, un zapatero u otro cualquier artesano puede ser soldado al
mismo tiempo, mientras, en cambio, a nadie le es posible conocer
suficientemente el juego del chaquete o de los dados si los practica de
manera accesoria y sin dedicarse formalmente a ellos desde niño? ¿Y
d bastará con empuñar un escudo o cualquier otra de las armas a
instrumentos de guerra para estar en disposición de pelear el mismo día
en las filas de los hoplitas o de otra unidad militar, cuando no hay
ningún utensilio que, por el mero hecho de tomarlo en la mano,
convierta a nadie en artesano o atleta ni sirva para nada a quien no haya
adquirido los conocimientos del oficio ni tenga atesorada suficiente
experiencia?
-Si así fuera -dijo- ¡no valdrían poco los utensilios!
    APARECE UNA NUEVA CLASE DE CIUDADANOS: GUARDIANES O GUERREROS
XV -Por consiguiente -seguí diciendo-, cuanto más importante sea la
e misión de los guardianes tanto más preciso será que se desliguen
absolutamente de toda otra ocupación y realicen su trabajo con la
máxima competencia y celo.

-Así, al menos, opino yo -dijo.
-¿Pero no hará falta también un modo de ser adecuado a tal
ocupación?
-¿Cómo no?
-Entonces es misión nuestra, me parece a mí, el designar, si somos
capaces de ello, las personas y cualidades adecuadas para la custodia de
una ciudad
.
-Misión nuestra, en efecto.
-¡Por Zeus! -exclamé entonces-. ¡No es pequeña la carga que nos
hemos echado encima! Y, sin embargo, no podemos volvernos atrás
mientras nuestras fuerzas nos lo permitan.
375a -No podemos, no -dijo.
    CARACTERÍSTICAS CORPORALES DE LOS GUERREROS-GUARDIANES: VIVEZA, VELOCIDAD, VIGOR Y VALENTÍA (FOGOSIDAD)
-¿Crees, pues -pregunté yo-, que difieren en algo por su naturaleza,
en lo tocante a la custodia, un can de raza y un muchacho de noble
cuna?
-¿A qué lo refieres?
-A que es necesario, creo yo, que uno y otro tengan viveza para
darse cuenta de las cosas, velocidad para perseguir lo que hayan visto
y también vigor, por si han de luchar una vez que le hayan dado
alcance.

-De cierto -asintió-, todo eso es necesario.
-Además han de ser valientes, si se quiere que luche bien.
-¿Cómo no?
    DEFINICIÓN DE FOGOSIDAD
-¿Pero podrá, acaso, ser valiente el caballo, perro otro animal
cualquier que no sea fogoso? ¿No has observado que la fogosidad es
b una fuerza irresistible a invencible, que hace intrépida a indomable ante
cualquier peligro a toda alma que está dotada de ella
?

-Lo he observado, sí.
-Entonces está clam cuáles son las cualidades corporales que deben
concurrir en el guardián
.
-En efecto.
-E igualmente por lo que al alma toca: ha de tener, menos, fogosidad.
-Sí, también.
    CUALIDADES DE CARÁCTER DE LOS GUARDIANES-GUERREROS (EVITAR FEROCIDAD Y POTENCIAR AMABILIDAD)
-Pero siendo tal su carácter, Glaucón -dije yo ¿cómo no van a
mostrarse feroces unos con otros y con resto de los ciudadanos?
-¡Por Zeus! -contestó~. No será fácil.
-Ahora bien, hace falta que sean amables para con sus
c conciudadanos, aunque fieros ante el enemigo. Y si no, no esperarán a
que vengan otros a exterminarlos, sino que ellos mismos serán los
primeros en destrozarse entre sí
.
-Es verdad -dijo.
-¿Qué hacer entonces? -pregunté-. ¿Dónde vamos a encontrar un
temperamento apacible y fogoso al mismo tiempo?
Porque, según creo,
mansedumbre y fogosidad son cualidades opuestas.
-Así parece.
-Pues bien, si una cualquiera de estas dos falta, no es posible que se
d dé un buen guardián. Pero como parece imposible conciliarlas, resulta
así imposible también encontrar un buen guardián.
-Temo que así sea -dijo.
Entonces yo quedé perplejo; pero, después de reflexionar sobre lo
que acabábamos de decir, continué:
-Bien merecido tenemos, amigo mío, este atolladero. Porque nos
hemos apartado del ejemplo que nos propusimos.
-¿Qué quieres decir?
    UNIÓN CARÁCTER APACIBLE Y FOGOSO: COMPARACIÓN CON PERROS
-Que no nos hemos dado cuenta de que en realidad existen caracteres
que, contra lo que creíamos, reúnen en sí estos contrarios
.
-¿Cómo?
e -Es fácil hallarlos en muchas especies de animales, pero sobre todo
entre aquellos con los que comparábamos a los guardianes. Supongo
que has observado, como una de las características innatas en los perros
de raza, que no existen animales más mansos para con los de la familia
y aquellos a los que conocen, aunque con los de fuera ocurra lo
contrario.
-Ya lo he observado, en efecto.
-Luego la cosa es posible -dije yo-. No perseguimos pues, nada
antinatural al querer encontrar un guardián así.
    SUMAR dos características más: LA FILOSOFÍA
-Parece que no.
XVI. -¿Pero no crees que el futuro guardián necesita todavía otra
cualidad más? ¿Que ha de ser, además de fogoso, filósofo por
naturaleza?

376a -¿Cómo? -dijo-. No entiendo.
-He aquí otra cualidad -dije- que puedes observar en los perros: cosa,
por cierto, digna de admiración en un bestia.
-¿Qué es ello?
-Que se enfurecen al ver a un desconocido, aunque no hayan sufrido
previamente mal alguno de su mano, y, en cambio, hacen fiestas a
aquellos a quienes conocen aunque jamás les hayan hecho ningún bien.
¿No te ha extrañado nunca esto?
-Nunca había reparado en ello hasta ahora –dijo- Pero no hay duda de
que así se comportan.
-Pues bien, ahí se nos muestra un fino rasgo de su natural
b verdaderamente filosófico.
-¿Y cómo eso?
-Porque -dije- para distinguir la figura del amigo de la del enemigo
no se basan en nada más sino en que la una la conocen y la otra no.
Pues bien, ¿no va a sentir deseo de aprender quien define lo familiar y
lo ajeno por su conocimiento o ignorancia de uno y otro?
-No puede menos de ser así -respondió.
-Ahora bien -continué-, ¿no son lo mismo el deseo de saber y la
filosofía?
-Lo mismo, en efecto -convino.
c -¿Podemos, pues, admitir confiadamente que para que el hombre se
muestre apacible para con sus familiares y conocidos es preciso que sea
filósofo y ávido de saber por naturaleza?
-Admitido -respondió.
-Luego tendrá que ser filósofo, fogoso, veloz y fuerte por naturaleza
quien haya de desempeñar a la perfección su cargo de guardián en
nuestra ciudad.

-Sin duda alguna -dijo.
-Tal será, pues, su carácter. Pero ¿con qué método los criaremos y
educaremos? ¿Y no nos ayudará el examen de este punto a ver claro en




LIBRO IV. 427C-445E. TRADUCCIÓN

427c seso, ni nos serviremos de otro guía que el propio de nuestros padres; y
sin duda, este dios, guía patrio acerca de ello para todos los hombres,
los rige sentado sobre el ombligo de la tierra en el centro del mundo.
-Hablas acertadamente -observó- y así se ha de hacer.
    CIUDAD FUNDADA: VER DÓÑNDE ESTÁ LA JUSTICIA, QUE HACE FELICES A LOS HOMBRES
d VI. -Da, pues, ya por fundada a la ciudad, ¡oh, hijo de Aristón! -dije-,
y lo que a continuación has de hacer es mirar bien en ella procurándote
de donde sea la luz necesaria; y llama en tu auxilio a tu hermano y
también a Polemarco y a los demás, por si podemos ver (1) en qué sitio
está la justicia y en cuál la injusticia
y (2) en qué se diferencia la una de la
otra
y (3) cuál de las dos debe alcanzar el que ha de ser feliz
, lo vean o no
los dioses y los hombres.
-Nada de eso -objetó Glaucón-, porque prometiste hacer tú mismo la
e investigación, alegando que no te era lícito dejar de dar favor a la
justicia en la medida de tus fuerzas y por todos los medios.
-Verdad es lo que me recuerdas -repuse yo- y así se ha de hacer; pero
es preciso que vosotros me ayudéis en la empresa.
-Así lo haremos -replicó.
    MÉTODO PARA SABER SI ES JUSTA UNA CIUDAD (REL. BUENA-JUSTA)
-Pues por el procedimiento que sigue -dije- espero hallar lo que
buscamos: pienso que nuestra ciudad, si está rectamente fundada, será
completamente buena
.
-Por fuerza -replicó.
-Claro es, pues, que será prudente, valerosa, moderada y justa.
-Claro.
    PREÁMBULO SPOILER: LAS 4 COSAS (3 Y LA QUE QUEDE, QUE SERÁ LA 4ª)
-¿Por tanto, sean cualesquiera las que de estas cualidades
encontremos en ella, el resto será lo que no hayamos encontrado?
428a -¿Qué otra cosa cabe?
-Pongo por caso: si en un asunto cualquiera de cuatro cosas
buscamos una, nos daremos por satisfechos una vez que la hayamos
reconocido, pero, si ya antes habíamos llegado a reconocer las otras
tres, por este mismo hecho quedará patente la que nos falta; pues es
manifiesto que no era otra la que restaba
.
-Dices bien -observó.
-¿Y así, respecto a las cualidades enumeradas, pues que son también
cuatro, se ha de hacer la investigación del mismo modo?
-Está claro.
    BUSCAR LA PRUDENCIA EN LA CIUDAD
b -Y me parece que la primera que salta a la vista es la prudencia; y algo
extraño se muestra en relación con ella.
-¿Qué es ello? -preguntó.
        PRIMERA DEFINICIÓN
-Prudente en verdad me parece la ciudad de que hemos venido hablando;
y esto por ser acertada en sus determinaciones. ¿No es así?
-Sí.
        LA PRUDENCIA ES UN MODO DE CIENCIA (CONOCER LLEVA A ACERTAR)
-Y esto mismo, el acierto, está claro que es un modo de ciencia, pues por
ésta es por la que se acierta y no por la ignorancia.
-Está claro.
        ¿QUÉ CIENCIA HACE PRUDENTE A LA CIUDAD?
-Pero en la ciudad hay un gran número y variedad de ciencias.
-¿Cómo no?
-¿Y acaso se ha de llamar a la ciudad prudente y acertada por el saber de
los constructores?
c -Por ese saber no se la llamará así -dijo-, sino maestra en construcciones.
-Ni tampoco habrá que llamar prudente a la ciudad por la ciencia de
hacer muebles, si delibera sobre la manera de que éstos resulten lo mejor
posible.
-No por cierto.
-¿Y qué? ¿Acaso por el saber de los broncistas o por algún otro
semejante a éstos?
-Por ninguno de ésos -contestó.
-Ni tampoco la llamaremos prudente por la producción de los frutos de la
tierra, sino ciudad agrícola.
-Eso parece.
        DEFINICIÓN DEL TIPO DE SABER QUE HACE PRUDENTE A UNA CIUDAD Y QUIÉN LO TIENE. SE PRESUPONE QUE UNA CIUDAD RECIBE EL NOMBRE DE UN TIPO DE CIUDADANOS (Y ASÍ ES TAMBIÉN AHORA)
-¿Cómo, pues? -dije-. ¿Hay en la ciudad fundada hace un momento por
nosotros algún saber en determinados ciudadanos con el cual no resuelve
sobre este o el otro particular de la ciudad, sino sobre la ciudad entera
,
d viendo el modo de que ésta lleve lo mejor posible sus relaciones en el
interior y con las demás ciudades
?
-Sí, lo hay.
-¿Y cuál es -dije- y en quiénes se halla?
-Es la ciencia de la preservación -dijo- y se halla en aquellos jefes que
ahora llamábamos perfectos guardianes
. -¿Y cómo llamaremos a la ciudad
en virtud de esa ciencia?
        SEGUDA DEFINICIÓN, ALGO ESCONDIDA
-Acertada en sus determinaciones -repuso- y verdaderamente prudente.
        Nº DE GENTE PRUDENTE EN LA CIUDAD
e -¿Y de quiénes piensas -pregunté- que habrá mayor número en nuestra
ciudad, de broncistas (productores) o de estos verdaderos guardianes?
-Mucho mayor de broncistas -respondió.
-¿Y así también -dije- estos guardianes serán los que se hallen en menor
número
de todos aquellos que por su ciencia reciben una apelación
determinada (por saber labrar = labrador)
?
-En mucho menor número.
        PRIMERA RESUMEN: ES NATURAL QUE HAYA POCOS GOBERNANTES, PRUDENTES
-Por lo tanto, la ciudad fundada conforme a naturaleza podrá ser toda
entera prudente por la clase de gente más reducida que en ella hay, que es
aquella que la preside y gobierna; y éste, según parece, es el linaje que por
429a fuerza natural resulta más corto y al cual corresponde el participar de este
saber, único que entre todos merece el nombre de prudencia.

-Verdad pura es lo que dices -observó.
-Hemos hallado, pues, y no sé cómo, esta primera de las cuatro
cualidades y la parte de la ciudad donde se encuentra.
-A mí, por lo menos -dijo-, me parece que la hemos hallado
satisfactoriamente.
        BÚSQUEDA DE LA CIUDAD FUERTE O VALEROSA (A TRAVÉS DE UNA PARTE DE LA CIUDAD, TODA LA CIUDAD LO ES)
VII. -Pues si pasamos al valor y a la parte de la ciudad en que reside y
por la que toda ella ha de ser llamada valerosa, no me parece que la cosa
sea muy difícil de percibir.
-¿Y cómo?
b -¿Quién -dije yo- podría llamar a la ciudad cobarde o valiente mirando a
otra cosa que no fuese la parte de ella que la defiende y se pone en
campaña a su favor
?

-Nadie podría darle esos nombres mirando a otra cosa -replicó.
-En efecto -agregué-, los demás que viven en ella, sean cobardes o
valientes, no son dueños, creo yo, de hacer a aquélla de una manera u otra
. / Y ASÍ CON TODO/
-No, en efecto.
        PRIMERA DEFINICIÓN DE VALOR (EN LOS HOMBRES CUYA FUNCIÓN ES ESO)
-Y así, la ciudad es valerosa por causa de una clase de ella, porque en
dicha parte posee una virtud tal como para mantener en toda circunstancia
la opinión acerca de las cosas que se han de temer en el sentido de que
c éstas son siempre las mismas y tales cuales el legislador las prescribió en la
educación
. ¿O no es esto lo que llamas valor?
-No he entendido del todo lo que has dicho -contestó-, repítelo de nuevo.
        SEGUNDA DEFINICIÓN: MÁS DESARROLLADA (DOLORES, PLACERES, DESEOS, ESPANTOS)
-Afirmo -dije- que el valor es una especie de conservación.
-¿Qué clase de conservación?
-La (CONSERVACIÓN) de la opinión formada por la educación bajo la ley acerca de cuáles y
cómo son las cosas que se han de temer. Y dije que era conservación en
toda circunstancia porque la lleva adelante, sin desecharla jamás, el que se
d halla entre dolores y el que entre placeres y el que entre deseos y el que
entre espantos. Y quiero representarte, si lo permites, a qué me parece que
es ello semejante.
           ALEGORÍA DEL DETERGENTE Y LOS TEÑIDOS EN TINTES (PLACERES-DOLORES-DESEOS-ESPANTOS Y EDUCACIÓN EN LA FORTALEZA)
-Sí, quiero.
-Sabes -dije- que los tintoreros, cuando han de teñir lanas para que
queden de color de púrpura, eligen primero, de entre tantos colores
como hay, una sola clase, que es la de las blancas; después las preparan
previamente, con prolijo esmero, cuidando de que adquieran el mayor
e brillo posible, y así las tiñen. Y lo que queda teñido por este
procedimiento resulta indeleble (INBORRABLE) en su tinte, y el lavado, sea con
detersorios (DETERGENTES O LEJÍAS) o sin ellos, no puede quitarle su brillo; y también sabes
cómo resulta lo que no se tiñe así, bien porque se empleen lanas de
otros colores o porque no se preparen estas mismas previamente.
-Sí -contestó-, queda desteñido y ridículo.
        TERCERA Y CUARTA DEFINICIÓN, INSERTADAS EN LA ALEGORÍA
-Pues piensa -repliqué yo- que otro tanto hacemos nosotros en la
medida de nuestras fuerzas cuando elegimos los soldados y los
430a educamos en la música y en la gimnástica: no creas que preparamos
con ello otra cosa sino el que, obedeciendo lo mejor posible a las leyes,
reciban una especie de teñido, para que, en virtud de su índole (MANERA DE SER)  y crianza (EDUCACIÓN)
obtenida, se haga indeleble su opinión acerca de las cosas que hay que
temer y las que no
; y que tal teñido no se lo puedan llevar esas otras
lejías tan fuertemente disolventes que son el placer, mas terrible en ello
b que cualquier sosa o lejía, y el pesar, el miedo y la concupiscencia, más
poderosos que cualquier otro detersorio.
Esta fuerza y preservación en
toda circunstancia de la opinión recta y legítima acerca de las cosas que
han de ser temidas y de las que no es lo que yo llamo valor y considero
como tal si tú no dices otra cosa.
        NO TODO ES VALOR: LA EDUCACIÓN ES FUNDAMENTAL
-No por cierto -dijo-; y, en efecto, me parece que a esta misma recta
opinión acerca de tales cosas que nace sin educación, o sea, a la animal
y servil
, ni la consideras enteramente legítima ni le das el nombre de
valor, sino otro distinto.

c -Verdad pura es lo que dices -observé.
-Admito, pues, que eso es el valor.
-Y admite -agregué- que es cualidad propia de la ciudad y acertarás
con ello. Y en otra ocasión, si quieres, trataremos mejor acerca del
asunto, porque ahora no es eso lo que estábamos investigando, sino la
justicia; y ya es bastante, según creo, en cuanto a la búsqueda de
aquello otro.
-Tienes razón -dijo.
        REPASO DE LO QUE FALTA: TEMPLANZA Y JUSTICIA. 
    SEGUIRÁ ESE ORDEN DE INVESTIGACIÓN.
d VIII. -Dos, pues, son las cosas -dije- que nos quedan por observar en
la ciudad: la templanza y aquella otra por la que hacemos toda nuestra
investigación, la justicia
.
-Exactamente.
-¿Y cómo podríamos hallar la justicia para no hablar todavía acerca de la
templanza?
-Yo, por mi parte -dijo-, no lo sé, ni querría que se declarase lo primero
la justicia, puesto que aún no hemos examinado la templanza; y, si quieres
darme gusto, pon la atención en ésta antes que en aquella.
e -Quiero en verdad -repliqué- y no llevaría razón en negarme.
-Examínala, pues -dijo.
        APROXIMACIÓN DE LA TEMPLANZA: ARMONÍA MUSICAL
-La voy a examinar -contesté-. Y ya a primera vista, se parece más que
todo lo anteriormente examinado a una especie de modo musical o
armonía
.
-¿Cómo?
    PRIMERA DEFINICIÓN DE TEMPLANZA Y USO DE "DUEÑO DE SÍ MISMO")
-La templanza -repuse- es un orden y dominio de placeres y
concupiscencia
según el dicho de los que hablan, no sé en qué sentido, de
ser dueños de sí mismos, y también hay otras expresiones que se muestran
como rastros de aquella cualidad. ¿No es así?
-Sin duda ninguna -contestó.
431a -Pero ¿eso de «ser dueño de sí mismos» no es ridículo? Porque el que es
dueño de sí mismo es también esclavo, y el que es esclavo, dueño; ya que
en todos estos dichos se habla de una misma persona
.
-¿Cómo no?
-Pero lo que me parece -dije- que significa esa expresión es que en el
alma del mismo hombre hay algo que es mejor y algo que es peor; y
cuando lo que por naturaleza es mejor domina a lo peor, se dice que «aquel
es dueño de sí mismo», lo cual es una alabanza, pero cuando, por mala
b crianza o compañía
, lo mejor queda en desventaja y resulta dominado por
la multitud de lo peor, esto se censura como oprobio, y del que así se halla
se dice que está dominado por sí mismo y que es un intemperante
.
-Eso parece, en efecto -observó.
-Vuelve ahora la mirada -dije- a nuestra recién fundada ciudad y
encontrarás dentro de ella una de estas dos cosas; y dirás que con razón se
la proclama dueña de sí misma si es que se ha de llamar bien templado y
dueño de sí mismo a todo aquello cuya parte mejor se sobrepone a lo peor.

-La miro, en efecto -respondió-, y veo que dices verdad.
-Y de cierto, los más y los más varios apetitos, concupiscencias y
c desazones se pueden encontrar en los niños y en las mujeres y en los
domésticos y en la mayoría de los hombres que se llaman libres, aunque
carezcan de valía.
-Bien de cierto.
    LOS AFECTOS SON MODERADOS SI SON CONDUCIDOS POR LA RAZÓN
-Y, en cambio, los afectos más sencillos y moderados, los que son
conducidos por la razón con sensatez y recto juicio, los hallarás en unos
pocos, los de mejor índole y educación
.
-Verdades -dijo.
-Y así ¿no ves que estas cosas existen también en la ciudad y que en
d ella los apetitos de los más y más ruines son vencidos por los apetitos y
la inteligencia de los menos y más aptos?
-Lo veo -dijo.
    CIUDAD TEMPERANTE
IX. -Si hay, pues, una ciudad a la que debamos llamar dueña de sus
concupiscencias y apetitos y dueña también ella de sí misma, esos
títulos hay que darlos a la nuestra
.
-Enteramente -dijo.
-¿Y conforme a todo ello no habrá que llamarla asimismo
temperante?
-En alto grado -contestó.
    DEFINICIÓN DE CIUDAD TEMPERANTE O TEMPLADA (Y PARTES)
e -Y si en alguna otra ciudad se hallare una sola opinión, lo mismo en
los gobernantes que en los gobernados, respecto a quiénes deben
gobernar, sin duda se hallará también en ésta. ¿No te parece?
-Sin la menor duda -dijo.
-¿Y en cuál de las dos clases de ciudadanos dirás que reside la
templanza cuando ocurre eso? ¿En los gobernantes o en los
gobernados?
-En unos y otros, creo -repuso.
-¿Ves, pues -dije yo-, cuán acertadamente predecíamos hace un
momento que la templanza se parece a una cierta armonía musical?

-¿Y por qué?
    DEFINCIÓN TEMPLANZA CIUDAD
-Porque, así como el valor y la prudencia, residiendo en una parte de
la ciudad, la hacen a toda ella el uno valerosa y la otra prudente, la
432a templanza no obra igual, sino que se extiende por la ciudad entera,
logrando que canten lo mismo y en perfecto unísono los mas débiles,
los más fuertes y los de en medio, ya los clasifiques por su inteligencia,
ya por su fuerza, ya por su número o riqueza o por cualquier otro
semejante respecto; de suerte que podríamos con razón afirmar que es
templanza esta concordia, esta armonía entre lo que es inferior y lo que
es superior por naturaleza sobre cuál de esos dos elementos debe
gobernar ya en la ciudad, ya en cada individuo.

b -Así me parece en un todo -repuso.
    RESUMEN Y VAMOS A POR LA JUSTICIA
-Bien -dije yo-; tenemos vistas tres cosas de la ciudad según parece;
pero ¿cuál será la cualidad restante por la que aquélla alcanza su
virtud? Es claro que la justicia.
-Claro es.
    DIÁLOGO RAYANO A LO ESTÚPIDO
-Así, pues, Glaucón, nosotros tenemos que rodear la mata, como
unos cazadores, y aplicar la atención, no sea que se nos escape la
justicia y, desapareciendo de nuestros ojos, no podamos verla más.
c Porque es manifiesto que está aquí; por tanto, mira y esfuérzate en
observar por si la ves antes que yo y puedes enseñármela.
-¡Ojalá! -dijo él-, pero mejor te serviré si te sigo y alcanzo a ver lo
que tú me muestres.
-Haz, pues, conmigo la invocación y sígueme -dije.
-Así haré -replicó-, pero atiende tú a darme guía.
-Y en verdad -dije yo- que estamos en un lugar difícil y sombrío,
porque es oscuro y poco penetrable a la vista. Pero, con todo, habrá que
ir.
d -Vayamos, pues -exclamó.
Entonces yo, fijando la vista, dije: 
-¡Ay, ay, Glaucón! Parece que tenemos un rastro y creo que no se nos va a escapar la presa.
-¡Noticia feliz! -dijo él.
-En verdad -dije- que lo que me ha pasado es algo estúpido.
-¿Y qué es ello?
    ALEGORÍA DEL TONTO DE LAS LLAVES (BUSCA LAS QUE TIENE EN LA MANO)
-A mi parecer, bendito amigo, hace tiempo que está la cosa rodando
ante nuestros pies y no la veíamos incurriendo en el mayor de los
ridículos. Como aquellos que, teniendo algo en la mano, buscan a veces
e lo mismo que tienen, así nosotros no mirábamos a ello, sino que dirigíamos
la vista a lo lejos y por eso quizá no lo veíamos.
-¿Qué quieres decir? -preguntó.
-Quiero decir -repliqué- que en mi opinión hace tiempo que
estábamos hablando y oyendo hablar de nuestro asunto sin darnos
cuenta de que en realidad de un modo u otro hablábamos de él
.
-Largo es ese proemio -dijo- para quien está deseando escuchar.
    DEFINICIONES DE LA JUSTICIA CADA VEZ MÁS CLARAS
433a X. -Oye, pues -le advertí-, por si digo algo que valga. Aquello que
desde el principio, cuando fundábamos la ciudad, afirmábamos que
había que observar en toda circunstancia, eso mismo o una forma de
eso es a mi parecer la justicia. Y lo que establecimos y repetimos
muchas veces, si bien te acuerdas, es que (1) que cada uno debe atender a una
sola de las cosas de la ciudad: a aquello para lo que su naturaleza esté
mejor dotada.

-En efecto, eso decíamos.
-Y también de cierto oíamos decir a otros muchos y dejábamos
nosotros sentado repetidamente que (2) el hacer cada uno lo suyo y no
b multiplicar sus actividades era la justicia.

-Así de cierto lo dejamos sentado.
-Esto, pues, amigo -dije-, parece que (3) es en cierto modo la justicia: el
hacer cada uno lo suyo.
¿Sabes de dónde lo infiero?
-No lo sé; dímelo tú -replicó.
-Me parece a mí -dije- que lo que faltaba en la ciudad después de todo
eso que dejamos examinado -la templanza, el valor y la prudencia- es
(4) aquello otro que a todas tres da el vigor necesario a su nacimiento y que,
después de nacidas, las conserva mientras subsiste en ellas
. Y dijimos que
c si encontrábamos aquellas tres, lo que faltaba era la justicia. (ref. Ejemplo BOLAS)
-Por fuerza -dijo.
    CUÁL DE LAS 4 VIRTUDES HACE BUENA A LA CIUDAD
-Y si hubiera necesidad -añadí- de decidir cuál de estas cualidades (LAS 4 VIRTUDES)
constituirá principalmente con su presencia la bondad de nuestra ciudad,
sería difícil determinar si será (TEMPLANZA:) la igualdad de opiniones de los gobernantes y
de los gobernados
o (FORTALEZA:) el mantenimiento en los soldados de la opinión
legítima sobre lo que es realmente temible y lo que no
o (PRUDENCIA:) la inteligencia y la
d vigilancia existente en los gobernantes
o si, en fin, lo que mayormente hace
buena a la ciudad es (JUSTICIA:) que se asiente en el niño y en la mujer y en el esclavo
y en el hombre libre y en el artesano y en el gobernante y en el gobernado
eso otro de que cada uno haga lo suyo y no se dedique a más
.
-Cuestión dificil -dijo-. ¿Cómo no?
-Por ello, según parece, en lo que toca a la excelencia de la ciudad esa
virtud de que cada uno haga en ella lo que le es propio (LA JUSTICIA) 
resulta émula (ES IGUAL, LA IMITA) de la
prudencia, de la templanza y del valor.
-Desde luego -dijo.
-Así, pues, ¿tendrás a la justicia como émula de aquéllas para la
e perfección de la ciudad?
-En un todo.
    FUNCIONES DE LOS CIUDADANOS EN FUNCIÓN DE LA JUSTICIA
    GOBERNANTE JUSTO, ZAPATERO JUSTO, ETC.
-Atiende ahora a esto otro y mira si opinas lo mismo: ¿será a los
gobernantes a quienes atribuyas en la ciudad el juzgar los procesos?
-¿Cómo no?
-¿Y al juzgar han de tener otra mayor preocupación que la de que nadie
posea lo ajeno ni sea privado de lo propio
?
-No, sino ésa.
-¿Pensando que es ello justo?
-Sí.
434a -Y así, la posesión y práctica de lo que a cada uno es propio será
reconocida como justicia.

-Eso es.
    CADA CLASE A SU FUNCIÓN U OFICIO... ¡O CIUDAD DAÑADA:INJUSTA!
EN LA MISMA CLASE, PUEDE HABER DAÑO MENOR
-Mira, por tanto, si opinas lo mismo que yo: el que el carpintero haga el
trabajo del zapatero o el zapatero el del carpintero o el que tome uno los
instrumentos y prerrogativas del otro o uno solo trate de hacer lo de los
dos trocando todo lo demás ¿te parece que podría dañar gravemente a
la ciudad?
-No de cierto -dijo.
    INJUSTICIA: MEZCLAR CLASES: RUINA DE LA CIUDAD.  3 EJEMPLOS
-Pero, por el contrario, pienso que, cuando un artesano u otro DE su
b índole destine a negocios privados, engreído por su riqueza o por el
número de los que le siguen o por su fuerza o por otra cualquier cosa
semejante, pretenda entrar en la clase de los guerreros
, o uno de los
guerreros en la de los consejeros o guardianes, sin tener mérito para
ello, y así cambien entre sí sus instrumentos y honores
, o cuando uno
solo trate de hacer a un tiempo los oficios de todos,
entonces creo,
como digo, que tú también opinarás que semejante trueque y
entrometimiento ha de ser ruinoso para la ciudad.
-En un todo.
c -Por tanto, el entrometimiento y trueque mutuo de estas tres clases es
el mayor daño de la ciudad y más que ningún otro podría ser con plena
razón calificado de crimen
.
-Plenamente.
-¿Y al mayor crimen contra la propia ciudad no habrás de calificarlo
de injusticia
?
-¿Qué duda cabe?
    DEFINICIÓN DE INJUSTICIA Y DE JUSTICIA
XI. -Eso es, pues, injusticia. Y a la inversa, diremos: la actuación en
lo que les es propio de los linajes de los traficantes, auxiliares y
guardianes, cuando cada uno haga lo suyo en la ciudad, ¿no será
justicia, al contrario de aquello otro, y no hará justa a la ciudad misma?

-Así me parece y no de otra manera -dijo él.
d -No lo digamos todavía con voz muy recia -observé-; antes bien, si,
trasladando la idea formada a cada uno de los hombres, reconocemos
que allí es también justicia, concedámoslo sin más, porque ¿qué otra
cosa cabe oponer? Pero, si no es así, volvamos a otro lado nuestra
atención. Y ahora terminemos nuestro examen en el pensamiento de
que, si tomando algo de mayor extensión entre los seres que poseen la
justicia, nos esforzáramos por intuirla allí, sería luego más fácil observarla
e en un hombre solo. Y de cierto nos pareció que ese algo más
extenso es la ciudad y así la fundamos con la mayor excelencia posible,
bien persuadidos de que en la ciudad buena era donde precisamente
podría hallarse la justicia. Traslademos, pues, al individuo lo que allí se
nos mostró y, si hay conformidad, será ello bien; y, si en el individuo
435a aparece como algo distinto, volveremos a la ciudad a hacer la prueba, y
así, mirando al uno junto a la otra y poniéndolos en contacto y roce,
quizá conseguiremos que brille la justicia como fuego de enjutos y, al
hacerse visible, podremos afirmarla en nosotros mismos.
-Ese es buen camino -dijo- y así hay que hacerlo.
-Ahora bien -dije-; cuando se predica de una cosa que es lo mismo
que otra, ya sea más grande o más pequeña, ¿se entiende que le es
semejante o que le es desemejante en aquello en que tal cosa se
predica?
-Semejante -contestó.
b -De modo que el hombre justo no diferirá en nada de la ciudad justa en
lo que se refiere a la idea de justicia, sino que será semejante a ella.
-Lo será -replicó.
-Por otra parte, la ciudad nos pareció ser justa cuando los tres linajes de
naturalezas que hay en ella hacían cada una lo propio suyo; y nos pareció
temperada, valerosa y prudente por otras determinadas condiciones y dotes
de estos mismos linajes.
-Verdad es -dijo.
-Por lo tanto, amigo mío, juzgaremos que el individuo que tenga en su
c propia alma estas mismas especies merecerá, con razón, los mismos
calificativos que la ciudad cuando tales especies tengan las mismas
condiciones que las de aquélla.
-Es ineludible -dijo.
-Y henos aquí -dije-, ¡oh, varón admirable!, que hemos dado en un ligero
problema acerca del alma, el de si tiene en sí misma esas tres especies o no.
-No me parece del todo fácil -replicó-; acaso, Sócrates, sea verdad
aquello que suele decirse, de que lo bello es difícil.
d -Tal se nos muestra -dije-. Y has de saber, Glaucón, que, a mi parecer,
con métodos tales como los que ahora venimos empleando en nuestra
discusión no vamos a alcanzar nunca lo que nos proponemos, pues el
camino que a ello lleva es otro más largo y complicado; aunque éste quizá
no desmerezca de nuestras pláticas e investigaciones anteriores.
-¿Hemos, pues, de conformarnos? -dijo-. A mí me basta, a lo menos por
ahora.
-Pues bien -dije-, para mí será también suficiente en un todo.
-Entonces -dijo- sigue tu investigación sin desmayo. -¿No nos será
e absolutamente necesario -proseguí- el reconocer que en cada uno de
nosotros se dan las mismas especies y modos de ser que en la ciudad? A
ésta, en efecto, no llegan de ninguna otra parte sino de nosotros mismos.
Ridículo sería pensar que, en las ciudades a las que se acusa de índole
arrebatada, como las de Tracia y de Escitia y casi todas las de la región
norteña, este arrebato no les viene de los individuos; e igualmente el amor
al saber que puede atribuirse principalmente a nuestra región y no menos la
avaricia que suele achacarse a los fenicios o a los habitantes de Egipto.
436a -Bien seguro -dijo.
-Así es, pues, ello -dije yo- y no es dificil reconocerlo.
-No de cierto.
XII. -Lo que ya es más difícil es saber si lo hacemos todo por medio
de una sola especie o si, siendo éstas tres, hacemos cada cosa por una
de ellas. ¿Entendemos con un cierto elemento, nos encolerizamos con
otro distinto de los existentes en nosotros y apetecemos con un tercero
los placeres de la comida y de la generación y otros parejos o bien
obramos con el alma entera en cada una de estas cosas cuando nos
b ponemos a ello? Esto es lo difícil de determinar de manera conveniente.
-Eso me parece a mí también -dijo.
-He aquí, pues, cómo hemos de decidir si esos elementos son los
mismos o son diferentes.
-¿Cómo?
-Es claro que un mismo ser no admitirá el hacer o sufrir cosas
contrarias al mismo tiempo, en la misma parte de sí mismo y con
relación al mismo objeto; de modo que, si hallamos que en dichos
c elementos ocurre eso, vendremos a saber que no son uno solo, sino varios.
-Conforme.
-Atiende, pues, a lo que voy diciendo. -Habla -dijo.
-¿Es acaso posible -dije- que una misma cosa se esté quieta y se
mueva al mismo tiempo en una misma parte de sí misma?
-De ningún modo.
-Reconozcámoslo con más exactitud para no vacilar en lo que sigue:
si de un hombre que está parado en un sitio, pero mueve las manos y la
cabeza, dijera alguien que está quieto y se mueve al mismo tiempo,
d juzgaríamos que no se debe decir así, sino que una parte de él está
quieta y otra se mueve; ¿no es eso?
-Eso es.
-Y si el que dijere tal cosa diera pábulo a sus facecias pretendiendo
que las peonzas están en reposo y se mueven enteras cuando bailan con
la púa fija en un punto o que pasa lo mismo con cualquier otro objeto
e que da vueltas sin salirse de un sitio, no se lo admitiríamos, porque no
permanecen y se mueven en la misma parte de sí mismos. Diríamos que
hay en ellos una línea recta y una circunferencia y que están quietos por
su línea recta, puesto que no se inclinan a ningún lado, pero que por su
circunferencia se mueven en redondo; y que, cuando inclinan su línea
recta a la derecha o a la izquierda o hacia adelante o hacia atrás al
437a mismo tiempo que giran, entonces ocurre que no están quietos en
ningún respecto.
-Y eso es lo exacto -dijo.
-Ninguno, pues, de semejantes dichos nos conmoverá ni nos
persuadirá en lo más mínimo de que haya algo que pueda sufrir ni ser
ni obrar dos cosas contrarias al mismo tiempo en la misma parte de sí
mismo y en relación con el mismo objeto.
-A mí por lo menos no -aseveró.
-No obstante -dije-, para que no tengamos que alargarnos saliendo al
encuentro de semejantes objeciones y sosteniendo que no son
verdaderas, dejemos sentado que eso es así y pasemos adelante
reconociendo que, si en algún modo se nos muestra de modo distinto
que como queda dicho, todo lo que saquemos de acuerdo con ello
quedará vano.
-Así hay que hacerlo -aseguró.
b XIII. -¿Y acaso -proseguí- el asentir y el negar, el desear algo y el
rehusarlo, el atraerlo y el rechazarlo y todas las cosas de este tenor las
pondrás entre las que son contrarias unas a otras sin distinguir si son
acciones y pasiones? Porque esto no hace al caso.
-Sí -dijo-; entre las contrarias las pongo.
-¿Y qué? -continué-. ¿El hambre y la sed y en general todos los
c apetitos y el querer y el desear, no referirás todas estas cosas a las
especies que quedan mencionadas? ¿No dirás, por ejemplo, que el alma
del que apetece algo tiende a aquello que apetece o que atrae a sí
aquello que desea alcanzar o bien que, en cuanto quiere que se le entregue,
se da asentimiento a sí misma, como si alguien le preguntara, en
el afán de conseguirlo?
-Así lo creo.
-¿Y qué? ¿El no desear ni querer ni apetecer no lo pondrás, con el
rechazar y el despedir de sí mismo, entre los contrarios de aquellos
otros términos?
d -¿Cómo no?
-Siendo todo ello así, ¿no admitiremos que hay una clase especial de
apetitos y que los que más a la vista están son los que llamamos sed y
hambre?
-Lo admitiremos -dijo.
-¿Y no es la una apetito de bebida y la otra de comida?
-Sí.
-¿Y acaso la sed, en cuanto es sed, podrá ser en el alma apetito de
algo más que de eso que queda dicho, como, por ejemplo, la sed será
sed de una bebida caliente o fría o de mucha o poca bebida o, en una
palabra, de una determinada clase de bebida? ¿O más bien, cuando a la
sed se agregue un cierto calor, traerá éste consigo que el apetito sea de
bebida fría y, cuando se añada un cierto frío, hará que sea de bebida
e caliente? ¿Y asimismo, cuando por su intensidad sea grande la sed,
resultará sed de mucha bebida, y cuando pequeña, de poca? ¿Y la sed
en sí no será en manera alguna apetito de otra cosa sino de lo que le es
natural, de la bebida en sí, como el hambre lo es de la comida?
-Así es -dijo-; cada apetito no es apetito más que de aquello que le
conviene por naturaleza; y cuando le apetece de tal o cual calidad, ello
depende de algo accidental que se le agrega.
438a -Que no haya, pues -añadí yo-, quien nos coja de sorpresa y nos
perturbe diciendo que nadie apetece bebida, sino buena bebida, ni
comida, sino buena comida. Porque todos, en efecto, apetecemos lo
bueno; por tanto, si la sed es apetito, será apetito de algo bueno, sea
bebida u otra cosa, e igualmente los demás apetitos.
-Pues acaso -dijo- piense decir cosa de peso el que tal habla.
b -Comoquiera que sea -concluí-, todas aquellas cosas que por su
índole tienen un objeto, en cuanto son de tal o cual modo se refieren, en
mi opinión, a tal o cual clase de objeto; pero ellas por sí mismas, sólo a
su objeto propio.
-No he entendido -dijo.
-¿No has entendido -pregunté- que lo que es mayor lo es porque es
mayor que otra cosa?
-Bien seguro.
-¿Y esa otra cosa será algo más pequeño?
-Sí.
-Y lo que es mucho mayor será mayor que otra cosa mucho más
pequeña. ¿No es así?
-Sí.
-¿Y lo que en un tiempo fue mayor, que lo que fue más pequeño; y lo
que en lo futuro ha de ser mayor, que lo que ha de ser más pequeño?
-¿Cómo no? -replicó.
c -¿Y no sucede lo mismo con lo más respecto de lo menos y con lo
doble respecto de la mitad y con todas las cosas de este tenor y también
con lo más pesado respecto de lo más ligero e igualmente con lo
caliente respecto de lo frío y con todas las cosas semejantes a éstas?
-Enteramente.
-¿Y qué diremos de las ciencias? ¿No ocurre lo mismo? La ciencia en
sí es ciencia del conocimiento en sí o de aquello, sea lo que quiera, a
que deba asignarse ésta como a su objeto; una ciencia o tal o cual
d ciencia lo es de uno y determinado conocimiento. Pongo por ejemplo:
¿no es cierto que, una vez que se creó la ciencia de hacer edificios,
quedó separada de las demás ciencias y recibió con ello el nombre de
arquitectura?
-¿Cómo no?
-¿Y no fue así por ser una ciencia especial distinta de todas las otras?
-Sí.
-Así, pues, ¿no quedó calificada cuando se la entendió como ciencia
de un objeto determinado? ¿Y no ocurre lo mismo con las otras artes y
ciencias?
-Así es.
XIV -Reconoce, pues -dije yo-, que eso era lo que yo quería decir
antes, si es que lo has entendido verdaderamente ahora: que las cosas
que se predican como propias de un objeto lo son por sí solas de este
e objeto solo; y de tales o cuales objetos, tales determinadas cosas. Y no
quiero decir con ello que como sean los objetos, así serán también ellas,
de modo que la ciencia de la salud y la enfermedad sea igualmente sana
o enferma, sino que, una vez que esta ciencia no tiene por objeto el de
la ciencia en sí, sino otro determinado, y que éste es la enfermedad y la
salud, ocurre que ella misma queda determinada como ciencia y eso
hace que no sea llamada ya ciencia a secas, sino ciencia especial de
algo que se ha agregado, y se la nombra medicina.
-Lo entiendo -dijo- y me parece que es así.
439a -¿Y la sed? -pregunté-. ¿No la pondrás por su naturaleza entre
aquellas cosas que tienen un objeto? Porque la sed lo es sin duda de...
-Sí -dijo-; de bebida.
-Y así, según sea la sed de una u otra bebida será también ella de una
u otra clase; pero la sed en sí no es de mucha ni poca ni buena ni mala
bebida ni, en una palabra, de una bebida especial, sino que por su
naturaleza lo es sólo de la bebida en sí.
-Conforme en todo.
b -El alma del sediento, pues, en cuanto tiene sed no desea otra cosa
que beber y a ello tiende y hacia ello se lanza.
-Evidente.
-Por lo tanto, si algo alguna vez la retiene en su sed tendrá que haber
en ella alguna cosa distinta de aquella que siente la sed y la impulsa
como a una bestia a que beba, porque, como decíamos, una misma cosa
no puede hacer lo que es contrario en la misma parte de sí misma, en
relación con el mismo objeto y al mismo tiempo.
-No de cierto.
-Como, por ejemplo, respecto del arquero no sería bien, creo yo,
decir que sus manos rechazan y atraen el arco al mismo tiempo, sino
que una lo rechaza yla otra lo atrae.
c -Verdad todo -dijo.
-¿Y hemos de reconocer que algunos que tienen sed no quieren
beber?
-De cierto -dijo-; muchos y en muchas ocasiones. -¿Y qué -pregunté
yo- podría decirse acerca de esto? ¿Que no hay en sus almas algo que
les impulsa a beber y algo que los retiene, esto último diferente y más
poderoso que aquello?
-Así me parece -dijo.
-¿Y esto que los retiene de tales cosas no nace, cuando nace, del
d razonamiento, y aquellos otros impulsos que les mueven y arrastran no
les vienen, por el contrario, de sus padecimientos y enfermedades?
-Tal se muestra.
-No sin razón, pues -dije-, juzgaremos que son dos cosas diferentes la
una de la otra, llamando, a aquello con que razona, lo racional del alma,
y a aquello con que desea y siente hambre y sed y queda perturbada por
los demás apetitos, lo irracional y concupiscible, bien avenido con
ciertos hartazgos y placeres.
e -No; es natural -dijo- que los consideremos así.
-Dejemos, pues, definidas estas dos especies que se dan en el alma -
seguí yo-. Y la cólera y aquello con que nos encolerizamos, ¿será una
tercera especie o tendrá la misma naturaleza que alguna de esas dos?
-Quizá -dijo- la misma que la una de ellas, la concupiscible.
-Pues yo -repliqué- oí una vez una historia a la que me atengo como
prueba, y es ésta: Leoncio, hijo de Aglayón, subía del Pireo por la parte
exterior del muro del norte cuando advirtió unos cadáveres que estaban
echados por tierra al lado del verdugo. Comenzó entonces a sentir
deseos de verlos, pero al mismo tiempo le repugnaba y se retraía; y así
estuvo luchando y cubriéndose el rostro hasta que, vencido de su
apetencia, abrió enteramente los ojos y, corriendo hacia los muertos,
dijo: «¡Ahí los tenéis, malditos, saciaos del hermoso espectáculo!»
-Yo también lo había oído -dijo.
-Pues esa historia -observé- muestra que la cólera combate a veces
con los apetitos como cosa distinta de ellos.
-Lo muestra, en efecto -dijo.
XV -¿Y no advertimos también en muchas otras ocasiones -dije-,
b cuando las concupiscencias tratan de hacer fuerza a alguno contra la
razón, que él se insulta a sí mismo y se irrita contra aquello que le
fuerza en su interior y que, como en una reyerta entre dos enemigos, la
cólera se hace en el tal aliada de la razón? En cambio, no creo que
puedas decir que hayas advertido jamás, ni en ti mismo ni en otro, que,
cuando la razón determine que no se ha de hacer una cosa, la cólera se
oponga a ello haciendo causa común con las concupiscencias.
-No, por Zeus -dijo.
c -¿Y qué ocurre -pregunté- cuando alguno cree obrar injustamente?
¿No sucede que, cuanto más generosa sea su índole, menos puede
irritarse aunque sufra hambre o frío u otra cualquier cosa de este género
por obra de quien en su concepto le aplica la justicia y que, como digo,
su cólera se resiste a levantarse contra éste?
-Verdad es -dijo.
-¿Y qué sucede, en cambio, cuando cree que padece injusticia? ¿No
hierve esa cólera en él y se enoja y se alía con lo que se le muestra
d como justo y, aun pasando hambre y frío y todos los rigores de esta
clase, los soporta hasta triunfar de ellos y no cesa en sus nobles
resoluciones hasta que las lleva a término o perece o se aquieta, llamado
atrás por su propia razón como un perro por el pastor?
-Exacta es esa comparación que has puesto -dijo-; y, en efecto, en
nuestra ciudad pusimos a los auxiliares como perros a disposición de
los gobernantes, que son los pastores de aquélla.
-Has entendido perfectamente -observé- lo que quise decir; ¿y
observas ahora este otro asunto?
-¿Cuál es él?
e -Que viene a revelársenos acerca de la cólera lo contrario de lo que
decíamos hace un momento; entonces pensábamos que era algo
concupiscible y ahora confesamos que, bien lejos de ello, en la lucha
del alma hace armas a favor de la razón.
-Enteramente cierto -dijo.
-¿Y será algo distinto de esta última o un modo de ella de suerte que
en el alma no resulten tres especies, sino dos sólo, la racional y la
concupiscible? ¿O bien, así como en la ciudad eran tres los linajes que
441a la mantenían, el traficante, el auxiliar y el deliberante, así habrá también
un tercero en el alma, el irascible, auxiliar por naturaleza del racional
cuando no se pervierta por una mala crianza?
-Por fuerza -dijo- tiene que ser ése el tercero.
-Sí -aseveré-, con tal de que se nos revele distinto del racional como ya
se nos reveló distinto del concupiscible.
-Pues no es difícil percibirlo -dijo-. Cualquiera puede ver en los niños
pequeños que, desde el punto en que nacen, están llenos de cólera; y, en
b cuanto a la razón, algunos me parece que no la alcanzan nunca y los más de ellos bastante tiempo después.
-Bien dices, por Zeus -observé-. También en las bestias puede verse que
ocurre como tú dices; y a más de todo servirá de testimonio aquello de
Homero que dejamos mencionado más arriba:
Pero a su alma increpó golpeándose el pecho y le dijo...
c En este pasaje, Homero representó manifiestamente como cosas distintas
a lo uno increpando a lo otro: aquello que discurre sobre el bien y el mal
contra lo que sin discurrir se encoleriza.
-Enteramente cierto es lo que dices -afirmó.
    CONCLUSIÓN: CADA PARTE DEL ALMA TIENE SU VIRTUD DE IGUAL MODO (ANÁLOGO MODO) QUE LO TIENE LA CIUDAD
XVI. -Así, pues -dije yo-, hemos llegado a puerto, aunque con trabajo, y
reconocido en debida forma que en el alma de cada uno hay las mismas
clases que en la ciudad y en el mismo número.
-Así es.
-¿Será, pues, forzoso que el individuo sea prudente de la misma manera
y por la misma razón que lo es la ciudad?
-¿Cómo no?
d -¿Y que del mismo modo y por el mismo motivo que es valeroso el
individuo, lo sea la ciudad también, y que otro tanto ocurra en todo lo
demás que en uno y otra hace referencia a la virtud?
-Por fuerza.
-Y así, Glaucón, pienso que reconoceremos también que el individuo
será justo de la misma manera en que lo era la ciudad.
-Forzoso es también ello.
-Por otra parte, no nos hemos olvidado de que ésta era justa porque cada
e una de sus tres clases hacía en ella aquello que le era propio.
-No creo que lo hayamos olvidado -dijo.
-Así, pues, hemos de tener presente que cada uno de nosotros sólo será
justo y hará él también lo propio suyo en cuanto cada una de las cosas que
en él hay haga lo que le es propio.
-Bien de cierto -dijo-, hay que tenerlo presente.
442a -¿Y no es a lo racional a quien compete el gobierno, por razón de su
prudencia y de la previsión que ejerce sobre el alma toda, así como a lo
irascible el ser su súbdito y aliado?
-Enteramente.
-¿Y no será, como decíamos, la combinación de la música y la
gimnástica la que pondrá a los dos en acuerdo, dando tensión a lo uno y
nutriéndolo con buenas palabras y enseñanzas y haciendo con sus consejos
que el otro remita y aplacándolo con la armonía y el ritmo?
-Bien seguro -dijo.
-Y estos dos, así criados yverdaderamente instruidos y educados en lo
suyo, se impondrán a lo concupiscible, que, ocupando la mayor parte del
alma de cada cual, es por naturaleza insaciable de bienes; al cual tienen que
vigilar, no sea que, repleto de lo que llamamos placeres del cuerpo, se haga
b grande y fuerte y, dejando de obrar lo propio suyo, trate de esclavizar y
gobernar a aquello que por su clase no le corresponde y trastorne
enteramente la vida de todos.
-No hay duda -dijo.
-¿Y no serán también estos dos -dije yo- los que mejor velen por el alma
toda y por el cuerpo contra los enemigos de fuera, el uno tomando
determinaciones, el otro luchando en seguimiento del que manda y
ejecutando con su valor lo determinado por él?
-Así es.
c -Y, según pienso, llamaremos a cada cual valeroso por razón de este
segundo elemento, cuando, a través de dolores y placeres, lo irascible
conserve el juicio de la razón sobre lo que es temible y sobre lo que no lo
es.
-Exactamente -dijo.
-Y le llamaremos prudente por aquella su pequeña porción que mandaba
en él y daba aquellos preceptos, ya que ella misma tiene entonces en sí la
ciencia de lo conveniente para cada cual y para la comunidad entera con
sus tres partes.
-Sin duda ninguna.
-¿Y qué más? ¿No lo llamaremos temperante por el amor y armonía de
d éstas cuando lo que gobierna y lo que es gobernado convienen en que lo
racional debe mandar y no se sublevan contra ello?
-Eso y no otra cosa es la templanza -dijo-, lo mismo en la ciudad que en
el particular.
-Y será asimismo justo por razón de aquello que tantas veces hemos
expuesto.
-Forzosamente.
-¿Y qué? -dije-. ¿No habrá miedo de que se nos oscurezca en ello la
justicia y nos parezca distinta de aquella que se nos reveló en la ciudad?
-No lo creo -replicó.
-Hay un medio -observé- de que nos afirmemos enteramente, si es que
d aún queda vacilación en nuestra alma: bastará con aducir ciertas normas
corrientes.
-¿Cuáles son?
-Por ejemplo, si tuviéramos que ponernos de acuerdo acerca de la ciudad
de que hablábamos y del varón que por naturaleza y crianza se asemeja a
ella, ¿nos parecería que el tal, habiendo recibido un depósito de oro o plata,
habría de sustraerlo? ¿Quién dirías que habría de pensar que lo había hecho
él antes que los que no sean de su condición?
443a -Nadie -contestó.
-¿Y así, estará nuestro hombre bien lejos de cometer sacrilegios, robos o
traiciones privadas o públicas contra los amigos o contra las ciudades?
-Bien lejos.
-Y no será infiel en modo alguno ni a sus juramentos ni a sus otros
acuerdos.
-¿Cómo habría de serlo?
-Y los adulterios, el abandono de los padres y el menosprecio de los
dioses serán propios de otro cualquiera, pero no de él.
-De otro cualquiera, en efecto -contestó.
b -¿Y la causa de todo eso no es que cada una de las cosas que hay en él
hace lo suyo propio tanto en lo que toca a gobernar como en lo que toca a
obedecer?
-Esa y no otra es la causa.
    CONCLUSIÓN: QUÉ ES LA JUSTICIA ( QUE HACE HOMBRES Y CIUDADES JUSTAS)
-¿Tratarás, pues, de averiguar todavía si la justicia es cosa distinta de esta
virtud que produce tales hombres y tales ciudades?
-No, por Zeus -dijo.
    ¿SE CONFIRMA LA IDEA PRIMITIVA DE JUSTICIA QUE TENÍAMOS? SÍ.
XVII. -Cumplido está, pues, enteramente nuestro ensueño: aquel
presentimiento que referíamos de que, una vez que empezáramos a fundar
c nuestra ciudad, podríamos, con la ayuda de algún dios, encontrar un cierto
principio e imagen de la justicia.
-Bien de cierto.
-Teníamos, efectivamente, Glaucón, una cierta semblanza de la justicia,
que, por ello, nos ha sido de provecho: aquello de que quien por naturaleza
es zapatero debe hacer zapatos y no otra cosa, y el que constructor,
construcciones, y así los demás.
-Tal parece.
-Y en realidad la justicia parece ser algo así, pero no en lo que se refiere
d a la acción exterior del hombre, sino a la interior sobre sí mismo y las cosas
que en él hay; cuando éste no deja que ninguna de ellas haga lo que es
propio de las demás ni se interfiera en las actividades de los otros linajes
que en el alma existen, sino, disponiendo rectamente sus asuntos
domésticos, se rige y ordena y se hace amigo de sí mismo y pone de
acuerdo sus tres elementos exactamente como los tres términos de una
armonía, el de la cuerda grave, el de la alta, el de la media y cualquiera otro
e que pueda haber entremedio; y después de enlazar todo esto y conseguir de
esta variedad su propia unidad, entonces es cuando, bien templado y
acordado, se pone a actuar así dispuesto ya en la adquisición de riquezas,
ya en el cuidado de su cuerpo, ya en la política, ya en lo que toca a sus
contratos privados, y en todo esto juzga y denomina justa y buena a la
acción que conserve y corrobore ese estado y prudencia al conocimiento
444a que la presida y acción injusta, en cambio, a la que destruya esa disposición
de cosas e ignorancia a la opinión que la rija.
-Verdad pura es, Sócrates, lo que dices -observó.
-Bien -repliqué-; creo que no se diría que mentíamos si afirmáramos que
habíamos descubierto al hombre justo y a la ciudad justa y la justicia que
en ellos hay.
-No, de cierto, por Zeus -dijo.
-¿Lo afirmaremos, pues?
-Lo afirmaremos.
    QUÉ ES LA INJUSTICIA
XVIII. -Bien -dije-, después de esto creo que hemos de examinar la
injusticia.
-Claro está.
b -¿No será necesariamente una sedición de aquellos tres elementos, su
empleo en actividades diversas y ajenas y la sublevación de una parte
contra el alma toda para gobernar en ella sin pertenecerle el mando, antes
bien, siendo esas partes tales por su naturaleza que a la una le convenga
estar sometida y a la otra no, por ser especie regidora? Algo así diríamos,
creo yo, y añadiríamos que la perturbación y extravío de estas especies es
injusticia e indisciplina y vileza e ignorancia, y, en suma, total perversidad.
-Eso precisamente -dijo.
c -Así, pues -dije yo-, el hacer cosas injustas, el violar la justicia e
igualmente el obrar conforme a ella ¿son cosas todas que ahora
distinguimos ya con claridad si es que hemos distinguido la injusticia y la
justicia?
-¿Cómo es ello?
-Porque en realidad -dije- en nada difieren de las cosas sanas ni de las
enfermizas, ellas en el alma como éstas en el cuerpo.
-¿De qué modo? -preguntó.
-Las cosas sanas producen salud, creo yo; las enfermizas, enfermedad.
-Sí.
d -¿Y el hacer cosas justas no produce justicia y el obrar injustamente
injusticia?
-Por fuerza.
-Y el producir salud es disponer los elementos que hay en el cuerpo de
modo que dominen o sean dominados entre sí conforme a naturaleza; y el
producir enfermedad es hacer que se manden u obedezcan unos a otros
contra naturaleza.
-Así es.
-¿Y el producir justicia -dije- no es disponer los elementos del alma para
que dominen o sean dominados entre sí conforme a naturaleza; y el
producir injusticia, el hacer que se manden u obedezcan unos a otros contra
naturaleza?
-Exactamente -replicó.
e -Así, pues, según se ve, la virtud será una cierta salud, belleza y bienestar
del alma; y el vicio, enfermedad, fealdad y flaqueza de la misma.
-Así es.
-¿Y no es cierto que las buenas prácticas llevan a la consecución de
la virtud y las vergonzosas a la del vicio?
-Por fuerza.
XIX. -Ahora nos queda, según parece, investigar si conviene obrar
445a Justamente, portarse bien y ser justo, pase o no inadvertido el que tal
haga, o cometer injusticia y ser injusto con tal de no pagar la pena y
verse reducido a mejorar por el castigo.
-Pues a mí, ¡oh, Sócrates! -dijo-, me parece ridícula esa investigación
si resulta que, creyendo, como creemos, que no se puede vivir una vez
trastornada y destruida la naturaleza del cuerpo, aunque se tengan todos
los alimentos y bebidas y toda clase de riquezas y poder, se va a poder
vivir cuando se trastorna y pervierte la naturaleza de aquello por lo que
b vivimos, haciendo el hombre cuanto le venga en gana excepto lo que le
puede llevar a escapar del vicio y a conseguir la justicia y la virtud.
Esto suponiendo que una y otra se revelen tales como nosotros hemos
referido.
-Ridículo de cierto -dije-, pero, de todos modos, puesto que hemos
llegado a punto en que podemos ver con la máxima claridad que esto es
así, no hemos de renunciar a ello por cansancio.
-No, en modo alguno, por Zeus -replicó-; no hay que renunciar.
c -Atiende aquí, pues -dije-, para que veas cuántas son las especies
que, a mi parecer, tiene el vicio: por lo menos las más dignas de
consideración.
-Te sigo atentamente -repuso él-. Ve diciendo.
-Pues bien -dije-, ya que hemos subido a estas alturas de la discusión,
se me muestra como desde una atalaya que hay una sola especie de
virtud e innumerables de vicio; bien que de estas últimas son cuatro las
más dignas de mencionarse.
-¿Cómo lo entiendes? -preguntó.
-Cuantos son los modos de gobierno con forma propia -dije-, tantos
parece que son los modos del alma.
-¿Cuántos?
d -Cinco -contesté-, los de gobierno; cinco, los del alma.
-Dime cuáles son -dijo.
-Afirmo -dije- que una manera de gobierno es aquella de que
nosotros hemos discurrido, la cual puede recibir dos denominaciones;
cuando un hombre solo se distingue entre los gobernantes, se llamará
reino, y cuando son muchos, aristocracia.
-Verdad es -dijo.
e -A esto lo declaro como una sola especie -observé-; porque, ya sean
muchos, ya uno solo, nadie tocará a las leyes importantes de la ciudad
si se atiene a la crianza y educación que hemos referido.
-No es creíble -contestó.






LIBRO VII: 514A-520A. El mito de la caverna

       FINALIDAD DEL MITO: PERSONA EDUCADA O NO
514a I. -Y a continuación -seguí- compara con la siguiente escena el
estado en que, con respecto a la educación o a la falta de ella, se halla
       DESCRIPCIÓN
nuestra naturaleza. Imagina una especie de cavernosa vivienda
subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se
extiende a lo ancho de toda la caverna y unos hombres que están en ella
desde niños, atados por las piernas y el cuello de modo que tengan que
b estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les
impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde
algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un
camino situado en alto; y a lo largo del camino suponte que ha sido
construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los
titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquéllos sus
maravillas.
-Ya lo veo -dijo.
-Púes bien, contempla ahora, a lo largo de esa paredilla, unos
c hombres que transportan toda clase de objetos cuya altura sobrepasa la
515a de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de
madera y de toda clase de materias
; entre estos portadores habrá, como
es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.
-Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños pioneros!
-Iguales que nosotros -dije-, porque, en primer lugar ¿crees que los
que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino
las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que
está frente a ellos?
b -¡Cómo -dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a
mantener inmóviles las cabezas?
-¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
-¿Qué otra cosa van a ver?
-Y, si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que
creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante
ellos
?
-Forzosamente.
-¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente?
¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían
ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?
-No, ¡por Zeus! -dijo.
c -Entonces no hay duda -dije yo- de que los tales no tendrán por real
ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.

-Es enteramente forzoso -dijo.
       LIBERACIÓN DE LOS PRISIONEROS: CONSECUENCIAS: PERPLEJIDAD Y DESCONFIANZA
-Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y
curados de su ignorancia
y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo
siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse sú-
bitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz y cuando, al
hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera
d capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que
contestaría si le dijera alguien que antes no veía más que sombras inanes
y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de
cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera
mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus
preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría
perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más
verdadero que lo que entonces se le mostraba?

-Mucho más -dijo.
e II. -Y, si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le
dolerían los ojos y que se escaparía volviéndose hacia aquellos objetos
que puede contemplar, y que consideraría que éstos son realmente más
claros que los que le muestran?

-Así es -dijo.
    SALIDA DE LA CUEVA: QUÉ VERÍA Y CÓMO.
-Y, si se lo llevaran de allí a la fuerza -dije-, obligándole a recorrer la
áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado
516a hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado
y, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería
capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos
verdaderas
?

-No, no sería capaz -dijo-, al menos por el momento.
-Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas
de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras,
luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las
aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más
fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando
su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que
b le es propio
.

-¿Cómo no?
-Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en
las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio
dominio y tal cual es en sí mismo, lo que él estaría en condiciones de
mirar y contemplar.

-Necesariamente -dijo.
    DEDUCCCIONES SOBRE EL SOL (ÚLTIMO ELEMENTO VISIBLE:COGNOSCIBLE)
-Y, después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien
produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible y
c es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.

-Es evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar en eso
otro.
    RECUERDO DE LA VIDA ANTERIOR Y LOS HONORES POR JUEGOS MEMORÍSTICOS
-¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia
de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se

consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?
-Efectivamente.
-Y, si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o
recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir
con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de
d cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto
con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello,
lo que iba a suceder
, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o
que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquéllos, o
bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente
«ser siervo en el campo de cualquier labrador sin caudal» o
sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo
opinable
?
e -Eso es lo que creo yo -dijo-: que preferiría cualquier otro destino
antes que aquella vida.
    QUÉ PASARÍA SI BAJARAN Y SE SENTARAN OTRA VEZ (PERDER COMPETICIÓN POR NO VER NADA)
-Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de
nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de
tinieblas como a quien deja súbitamente la luz del sol
?
-Ciertamente -dijo.
-Y, si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido
constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas
517a que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no
sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría
que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con
los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una
semejante ascensión
? ¿Y no matarían, si encontraban manera de
echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir
?
-Claro que sí-dijo.
    EXPLICACIÓN DE LA CAVERNA
III. -Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh,
amigo Glaucón!, a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la región
b revelada por medio de la vista
con la vivienda-prisión y la luz del fuego
que hay en ella
con el poder del sol. En cuanto a la subida al mundo de
arriba y a la contemplación de las cosas de éste
, si las comparas con la
ascensión del alma hasta la región inteligible no errarás con respecto a
mi vislumbre, que es lo que tú deseas conocer y que sólo la divinidad
sabe si por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece:
    LA IDEA DE BIEN: CÓMO LLEGAR A ELLA Y CARACTERÍSTICAS
en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es
c la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la
causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas, que,
mientras
en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de
ésta
, en el inteligible es ella la soberana y productora de verdad y
conocimiento
, y que tiene por fuerza que verla (la idea de bien) quien quiera proceder
sabiamente en su vida privada o pública
.
-También yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que puedo
estarlo.
    HABRÁ QUIEN QUIERA CONTEMPLAR: LOS FILÓSOFOS
-Pues bien -dije-, dame también la razón en esto otro: no te extrañes
de que los que han llegado a ese punto no quieran ocuparse en asuntos
humanos; antes bien, sus almas tienden siempre a permanecer en las
d alturas
, y es natural, creo yo, que así ocurra, al menos si también esto
concuerda con la imagen de que se ha hablado.
-Es natural, desde luego -dijo.
    ALUSIÓN A SÓCRATES. EL SABIO PARECERÁ TONTO ENTRE LOS NECIOS
-¿Y qué? ¿Crees -dije yo- que haya que extrañarse de que, al pasar un
hombre de las contemplaciones divinas a las miserias humanas, se
muestre torpe y sumamente ridículo cuando, viendo todavía mal y no
hallándose aún suficientemente acostumbrado a las tinieblas que le rodean,
se vea obligado a discutir, en los tribunales o en otro lugar
e cualquiera, acerca de las sombras de lo justo o de las imágenes de que
son ellas reflejo y a contender acerca del modo en que interpretan estas
cosas los que jamás han visto la justicia en sí
?
-No es nada extraño -dijo.
    ALEGORÍA DE LA CEGUERA Y EXPLICACIÓN
518a -Antes bien -dije-, toda persona razonable debe recordar que son dos
las maneras y dos las causas por las cuales se ofuscan los ojos:
al pasar
de la luz a la tiniebla y al pasar de la tiniebla a la luz. Y, una vez haya
pensado que también le ocurre lo mismo al alma, no se reirá insensatamente
cuando vea a alguna que, por estar ofuscada, no es capaz de
discernir los objetos, sino que averiguará si es que, viniendo de una vida
más luminosa, está cegada por falta de costumbre o si, al pasar de una
mayor ignorancia a una mayor luz, se ha deslumbrado por el exceso de
b ésta; y así considerará dichosa a la primera alma, que de tal manera se
conduce y vive, y compadecerá a la otra, o bien, si quiere reírse de ella,
esa su risa será menos ridícula que si se burlara del alma que desciende
de la luz.
-Es muy razonable -asintió- lo que dices.
    QUÉ ES Y QUÉ NO ES LA EDUCACIÓN: vs sofistas
IV -Es necesario, por tanto -dije-, que, si esto es verdad, nosotros
consideremos lo siguiente acerca de ello: que la educación no es tal como
c proclaman algunos que es.
En efecto, dicen, según creo, que ellos
proporcionan ciencia al alma que no la tiene del mismo modo que si
infundieran vista a unos ojos ciegos.

-En efecto, así lo dicen -convino.
    La inteligencia (alma) debe dejar lo sensible e ir al ser (y al Bien)
-Ahora bien, la discusión de ahora -dije- muestra que esta facultad,
existente en el alma de cada uno (inteligencia)
, y el órgano con que cada cual aprende
deben volverse, apartándose de lo que nace (mundo sensible), con el alma entera -del
mismo modo que el ojo no es capaz de volverse hacia la luz, dejando la
tiniebla, sino en compañía del cuerpo entero- hasta que se hallen en
condiciones de afrontar la contemplación del ser e incluso de la parte más
brillante del ser, que es aquello a lo que llamamos bien
. ¿No es eso?
d -Eso es.
    La educación: conseguir que el alma se corrija y sepa que ya sabe
-Por consiguiente -dije- puede haber un arte de descubrir cuál será la
manera más fácil y eficaz para que este órgano se vuelva; pero no de
infundirle visión, sino de procurar que se corrija lo que, teniéndola ya, no
está vuelto adonde debe ni mira adonde es menester
.
-Tal parece -dijo.
    Comparación de CONOCIMIENTO Y VIRTUDES (Y RELACIÓN PARA BIEN Y MAL)
-Y así, mientras las demás virtudes, las llamadas virtudes del alma, es
posible que sean bastante parecidas a las del cuerpo -pues, aunque no
e existan en un principio, pueden realmente ser más tarde producidas por
medio de la costumbre y el ejercicio
-, en la del conocimiento se da el
caso de que parece pertenecer a algo ciertamente más divino que jamás
pierde su poder
y que, según el lugar a que se vuelva, resulta útil y
519a ventajoso o, por el contrario, inútil y nocivo
. ¿O es que no has observado
con cuánta agudeza percibe el alma miserable de aquellos de quienes se
dice que son malos, pero inteligentes,
y con qué penetración discierne
aquello hacia lo cual se vuelve, porque no tiene mala vista y está obligada
a servir a la maldad, de manera que, cuanto mayor sea la agudeza de su
mirada, tantos más serán los males que cometa el alma?
-En efecto -dijo.
    LOS HOMBRES MALOS PODRÍAN SER BUENOS (CONTEMPLAR EL BIEN Y LA VERDAD) SI FUERAN VIRTUOSOS: TEMPLADOS
-Pues bien -dije yo-, si el ser de tal naturaleza (MALA) hubiese sido, ya desde
b niño, sometido a una poda y extirpación de esa especie de excrecencias
plúmbeas (GRANOS DE COLOR PLOMO), emparentadas con la generación, que, adheridas por medio de la gula y de otros placeres y apetitos semejantes (CAUSA DE ESOS "GRANOS EN EL ALMA"), mantienen vuelta hacia abajo la visión del alma (NO DEJAN AL ALMA SUBIR A VER EL BIEN); si, libre ésta (EL ALMA) de ellas (EXCRECENCIAS), se volviera de cara a lo
verdadero
, aquella misma alma de aquellos mismos hombres lo vería
también con la mayor penetración de igual modo que ve ahora aquello
hacia lo cual está vuelta (QUE ES LO MALO).

-Es natural -dijo.
    CONCLUSIÓN: 2 TIPOS DE PERSONAS QUE NO PUEDEN GOBERNAR Y RAZONES PARA ELLOS
-¿Y qué? -dije yo-. ¿No es natural y no se sigue forzosamente de lo
dicho que ni los ineducados y apartados de la verdad son jamás aptos
c para gobernar una ciudad
ni tampoco aquellos a los que se permita seguir 
estudiando hasta el fin
; los unos, porque no tienen en la vida ningún
objetivo particular apuntando al cual deberían obrar en todo cuanto
hiciesen durante su vida pública y privada
y los otros porque, teniéndose
por transportados en vida a las islas de los bienaventurados, no
consentirán en actuar
?
-Es cierto -dijo.
    LOS QUE PUEDAN (PORQUEN CONOCEN EL BIEN), DEBERÁN GOBERNAR, SIN QUEDARSE A CONTEMPLARLO CON CALMA
-Es, pues, labor nuestra -dije yo-, labor de los fundadores, el obligar a
las mejores naturalezas (ALMA DE ORO) a que lleguen al conocimiento del cual decíamos
antes que era el más excelso (LA DIALÉCTICA) y vean el bien y verifiquen la ascensión
d aquella (DE LO SENSIBLE A LA IDEA DE BIEN); y, una vez que, después de haber subido, hayan gozado de una visión suficiente, no permitirles lo que ahora les está permitido (QUEDARSE  FUERA DE LA CUEVA A CONTEMPLAR)

-¿Y qué es ello?
-Que se queden allí -dije- y no accedan a bajar de nuevo junto a
aquellos prisioneros ni a participar en sus trabajos ni tampoco en sus
honores, sea mucho o poco lo que éstos valgan.

-Pero entonces -dijo-, ¿les perjudicaremos y haremos que vivan peor
siéndoles posible el vivir mejor?
    LA POLIS SIRVE PARA LA FELICIDAD DE TODOS; NO DE UNOS POCOS: EN ALGÚN SENTIDO TE DEBES AL ESTADO PORQUE DE ÉL HAS SACADO LA EDUCACIÓN
e V -Te has vuelto a olvidar, querido amigo -dije-, de que a la ley no le
interesa nada que haya en la ciudad una clase que goce de particular
felicidad, sino que se esfuerza por que ello le suceda a la ciudad entera y
por eso introduce armonía entre los ciudadanos por medio de la
persuasión o de la fuerza, hace que unos hagan a otros partícipes de los
520a beneficios con que cada cual pueda ser útil a la comunidad y ella misma
forma en la ciudad hombres de esa clase, pero no para dejarles que cada
uno se vuelva hacia donde quiera, sino para usar ella misma de ellos con
miras a la unificación del Estado
.

-Es verdad -dijo-. Me olvidé de ello.
-Pues ahora -dije- observa, ¡oh, Glaucón!, que tampoco vamos a
perjudicar a los filósofos que haya entre nosotros, sino a obligarles, con
palabras razonables, a que se cuiden de los demás y les protejan
. Les
diremos que es natural que las gentes tales que haya en las demás

 





 

LIBRO VII. 532B-535A

532b alcanzar, con el solo auxilio de la inteligencia, lo que es el bien en sí,
entonces llega ya al término mismo de la inteligible del mismo modo
que aquél llegó entonces al de lo visible.
Exactamente -dijo.
-¿Y qué? ¿No es este viaje lo que llamas dialéctica?
-¿Cómo no?
-Y el liberarse de las cadenas -dije yo- y volverse de las sombras
hacia las imágenes y el fuego y ascender desde la caverna hasta el lugar
iluminado por el sol y no poder allí mirar todavía a los animales ni a las
c plantas ni a la luz solar, sino únicamente a los reflejos divinos que se
ven en las aguas y a las sombras de seres reales, aunque no ya a las
sombras de imágenes proyectadas por otra luz que, comparada con el
sol, es semejante a ellas; he aquí los efectos que produce todo ese
estudio de las ciencias que hemos enumerado, el cual eleva a la mejor
parte del alma hacia la contemplación del mejor de los seres del mismo
modo que antes elevaba a la parte más perspicaz del cuerpo hacia la
d contemplación de lo más luminoso que existe en la región material y
visible.
-Por mi parte -dijo- así lo admito. Sin embargo me parece algo
sumamente difícil de admitir, aunque es también dificil por otra parte el
rechazarlo. De todos modos, como no son cosas que haya de ser oídas
solamente en este momento, sino que habrá de volver a ellas otras muchas
veces, supongamos que esto es tal como ahora se ha dicho y
vayamos a la melodía en sí y estudiémosla del mismo modo que lo
hemos hecho con el proemio. Dinos, pues, cuál es la naturaleza de la
e facultad dialéctica y en cuántas especies se divide y cuáles son sus
caminos, porque éstos parece que van por fin a ser los que conduzcan a
aquel lugar una vez llegados al cual podamos descansar de nuestro
viaje ya terminado.
533a -Pero no serás ya capaz de seguirme, querido Glaucón -dije-, aunque
no por falta de buena voluntad por mi parte; y entonces contemplarlas,
no ya la imagen de lo que decimos, sino la verdad en sí o al menos lo
que yo entiendo por tal. Será así o no lo será, que sobre eso no vale la
pena de discutir; pero lo que sí se puede mantener es que hay algo
semejante que es necesario ver. ¿No es eso?
-¿Cómo no?
¿No es verdad que la facultad dialéctica es la única que puede
mostrarlo a quien sea conocedor de lo que ha poco enumerábamos y no
es posible llegar a ello por ningún otro medio?
-También esto merece ser mantenido -dijo.
b -He aquí una cosa al menos -dije yo- que nadie podrá firmar contra lo
que decimos, y es que exista otro método que intente, en todo caso y
con respecto a cada cosa en sí, aprehender de manera sistemática lo que
es cada una de ellas. Pues casi todas las demás artes versan o sobre las
opiniones y deseos de los hombres o sobre los nacimientos y
fabricaciones, o bien están dedicadas por entero al cuidado de las cosas
nacidas y fabricadas. Y las restantes, de las que decíamos que
aprehendían algo de lo que existe, es decir, la geometría y las que le
siguen, ya vemos que no hacen más que soñar con lo que existe, pero
c que serán incapaces de contemplarlo en vigilia mientras, valiéndose de
hipótesis, dejen éstas intactas por no poder dar cuenta de ellas. En
efecto, cuando el principio es lo que uno sabe y la conclusión y parte
intermedia están entretejidas con lo que uno no conoce, ¿qué
posibilidad existe de que una semejante concatenación llegue jamás a
ser conocimiento?
-Ninguna -dijo.
XIV -Entonces -dije yo- el método dialéctico es el único que, echando
d abajo las hipótesis, se encamina hacia el principio mismo para pisar allí
terreno firme; y al ojo del alma, que está verdaderamente sumido en un
bárbaro lodazal lo atrae con suavidad v lo eleva alas alturas, utilizando
como auxiliares en esta labor de atracción a las artes hace poco
enumeradas, que, aunque por rutina las hemos llamado muchas veces
conocimientos, necesitan otro nombre que se pueda aplicar a algo más
claro que la opinión, pero más oscuro que el conocimiento. En algún
momento anterior empleamos la palabra «pensamiento»; pero no me
e parece a mí que deban discutir por los nombres quienes tienen ante sí una
investigación sobre cosas tan importantes como ahora nosotros.
-No, en efecto -dijo.
-Pero ¿bastará con que el alma emplee solamente aquel nombre que en
algún modo haga ver con claridad la condición de la cosa?
-Bastará.
-Bastará, pues -dije yo-, con llamar, lo mismo que antes, a la primera
534a parte, conocimiento; a la segunda, pensamiento; a la tercera, creencia, e
imaginación a la cuarta. Y a estas dos últimas juntas, opinión; y a
aquellas dos primeras juntas, inteligencia. La opinión se refiere a la
generación, y la inteligencia, a la esencia; y lo que es la esencia con
relación a la generación, lo es la inteligencia con relación a la opinión, y
lo que la inteligencia con respecto a la opinión, el conocimiento con
respecto a la creencia y el pensamiento con respecto a la imaginación. En
cuanto a la correspondencia de aquello a que estas cosas se refieren y a la
división en dos partes de cada una de las dos regiones, la sujeta a opinión
y la inteligible, dejémoslo, ¡oh, Glaucón!, para que no nos envuelvan en
b una discusión muchas veces más larga que la anterior.
-Por mi parte -dijo- estoy también de acuerdo con estas otras cosas en
el grado en que puedo seguirte.
-¿Y llamas dialéctico al que adquiere noción de la esencia de cada
cosa? Y el que no la tenga, ¿no dirás que tiene tanto menos conocimiento
de algo cuanto más incapaz sea de darse cuenta de ello a sí mismo o darla
a los demás?
-¿Cómo no voy a decirlo? -replicó.
-Pues con el bien sucede lo mismo. Si hay alguien que no pueda definir
con el razonamiento la idea del bien separándola de todas las demás ni
c abrirse paso, como en una batalla, a través de todas las críticas, esforzándose
por fundar sus pruebas no en la apariencia, sino en la esencia, ni
llegar al término de todos estos obstáculos con su argumentación invicta,
¿no dirás, de quien es de ese modo, que no conoce el bien en sí ni
ninguna otra cosa buena, sino que, aun en el caso de que tal vez alcance
alguna imagen del bien, la alcanzará por medio de la opinión, pero no del
conocimiento; y que en su paso por esta vida no hace más que soñar, sumido
en un sopor de que no despertará en este mundo, pues antes ha de
d marchar al Hades para dormir allí un sueño absoluto?
-Sí, ¡por Zeus! -exclamó-; todo eso lo diré, y con todas mis fuerzas.
-Entonces, si algún día hubieras de educar en realidad a esos tus hijos
imaginarios a quienes ahora educas e instruyes, no les permitirás, creo
yo, que sean gobernantes de la ciudad ni dueños de lo más grande que
haya en ella mientras estén privados de razón como líneas irracionales.
-No, en efecto -dijo.
-¿Les prescribirás, pues, que se apliquen particularmente a aquella
enseñanza que les haga capaces de preguntar y responder con la máxima
competencia posible?
-Se lo prescribiré -dijo-, pero de acuerdo contigo.
e -¿Y no crees -dije yo- que tenemos la dialéctica en lo más alto, como
una especie de remate de las demás enseñanzas, y que no hay ninguna
otra disciplina que pueda ser justamente colocada por encima de ella, y
535a que ha terminado ya lo referente a las enseñanzas?
-Sí que lo creo -dijo.
XV -Pues bien -dije yo-, ahora te falta designara quiénes hemos de dar
estas enseñanzas y de qué manera.
-Evidente -dijo.
-¿Te acuerdas de la primera elección de gobernantes y de cuáles eran
los que elegimos?
-¿Cómo no? -dijo.
-Entonces -dije- considera que son aquéllas las naturalezas que deben
ser elegidas también en otros aspectos. En efecto, hay que preferir a los
más firmes y a los más valientes, y, en cuanto sea posible, a los más
hermosos. Además hay que buscarlos tales que no sólo sean generosos y
 

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