Textos Kant y expresiones clave
«La Ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he aquí el lema de la Ilustración.»
I. Kant, «¿Qué es la Ilustración?», en Filosofía de la Historia, FCE, México, 1994, pág. 25.
Texto 2:
«Dos cosas colman el ánimo con una admiración y una veneración siempre renovadas y crecientes, cuanto más frecuente y continuadamente reflexio- namos sobre ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí.»
I. Kant, Crítica de la razón práctica, Alianza, Madrid, 2000, pág. 293.
Juicio: enunciado en el que un predicado se atribuye a un sujeto y es susceptible de ver-dad o falsedad.
A priori: locución que en el pensamiento kantiano indica aquello que es «independiente de la experiencia y anterior a ella». Kant denominó a priori todo lo que proviene del sujeto que conoce; lo consideró forma del conocimiento.
A posteriori: locución que en el pensamiento kantiano indica aquello que es «dependiente de la experiencia sensible y posterior a ella». Los elementos a posteriori son, según Kant, la materia del conocimiento.
Puro: condición, según Kant, de todo cono- cimiento a priori en cuanto carece de mezcla –impureza– alguna con lo a posteriori.
Trascendental: la filosofía kantiana aplica este adjetivo al estudio de nuestro modo de conocer los objetos a priori.
Texto 3:
«Pero, aunque todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso procede todo él de la experiencia. En efecto, podría ocurrir que nuestro mismo conocimiento empírico fuera una composición de lo que recibimos mediante las impresiones y de lo que nuestra propia facultad de conocer produce [...] a partir de sí misma.»
I. Kant, Crítica de la razón pura, Alfaguara, Madrid, 1998, pág. 42.
Texto 4:
"Pues las leyes son, o leyes de la naturaleza o de la libertad. La ciencia de las primeras se llama física; la de las segundas es la ética; aquélla es denominada también doctrina de la naturaleza, esta, doctrina de las costumbres.»
I. Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Ariel, Madrid, 1999, pág. 105.
Texto 5:
«En ningún lugar del mundo, pero tampoco siquiera fuera del mismo, es posible pensar nada que pudiera ser tenido sin restricción como bueno, a no ser únicamente una buena voluntad.»
I. Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Ariel, Madrid, 1999, pág. 117.
Texto 6:
"No puede residir en ningún otro lugar [el valor moral de una acción] que en el principio de la voluntad, sin tener en cuenta los fines que puedan ser efectuados por esa acción, pues la voluntad, en medio entre su principio a priori, que es formal, y su resorte a posteriori, que es material, [...] tendrá que ser determinada por el principio formal del querer en general, cuando una acción sucede por deber [...]»
I. Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, 400, Ariel, Madrid, 1999, pág. 131
Texto 7:
«Así pues, no queda para la voluntad otra cosa que pueda determinarla, a no ser objetivamente la ley y subjetivamente el respeto puro por esta ley práctica, y, por lo tanto, la máxima de dar seguimiento a esa ley, aun con quebranto para todas mis inclinaciones.»
I. Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Ariel, Madrid, 1999, pág. 131
Texto 8: El imperativo categórico
«obra solo según la máxima a través de la cual puedas querer al mismo tiempo que se convierta en una ley universal»
I. Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, pág. 421
«obra de tal modo que uses la humanidad tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro siempre a la vez como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio»
I. Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, pág. 429
Texto 8:
«Nuestra propia voluntad, en tanto que obrase solo bajo la condición de una legislación universal posible por sus máximas, [...] es el auténtico objeto de respeto, y la dignidad de la humanidad consiste precisamente en esta capacidad de ser universalmente legisladora, aunque con la condición de estar ella misma a la vez sometida precisamente a esta legislación.»
I. Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Ariel, Madrid, 1999, pág. 211.
Texto 9:
«Felicidad es el estado de un ser racional situado dentro del mundo, al cual en el conjunto de su existencia le va todo según su deseo y voluntad, y descansa por lo tanto en el hecho de que la naturaleza coincida con su finalidad global, así como con el fundamento esencial que determina su voluntad.»
I. Kant, Crítica de la razón práctica, Alianza, Madrid, 2000, pág. 241.
Texto 10:
«[...] es menester salir del estado de naturaleza, en el que cada uno obra a su antojo, y unirse con todos los demás (con quienes no puede evitar entrar en interacción) para someterse a una coacción externa legalmente pública; por tanto, entrar en un estado en el que a cada uno se le determine legal- mente y se le atribuya desde un poder suficiente (que no sea el suyo, sino uno exterior) lo que debe ser reconocido como suyo, es decir, que debe entrar ante todo en un estado civil.»
I. Kant, Metafísica de las costumbres, Tecnos, Madrid, 1989, pág. 141.
Los fundamentos. Kant: ¿Qué es Ilustración?
La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. El mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la ilustración.
La mayoría de los hombres, a pesar de que la naturaleza los ha librado desde tiempo atrás de conducción ajena (naturaliter maiorennes), permanecen con gusto bajo ella a lo largo de la vida, debido a la pereza y la cobardía. Por eso les es muy fácil a los otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un pastor que reemplaza mi conciencia moral, un médico que juzga acerca de mi dieta, y así sucesivamente, no necesitaré del propio esfuerzo. Con sólo poder pagar, no tengo necesidad de pensar: otro tomará mi puesto en tan fastidiosa tarea. Como la mayoría de los hombres (y entre ellos la totalidad de las mujeres) tienen por muy peligroso el paso a la mayoría de edad, fuera de ser penoso, aquellos tutores ya se han cuidado muy amablemente de tomar sobre sí semejante superintendencia. Después de haber atontado sus reses domesticadas, de modo que estas pacíficas criaturas no osan dar un solo paso fuera de las andaderas en que están metidas, les mostraron el riesgo que las amenaza si intentan marchar solas. Lo cierto es que ese riesgo no es tan grande, pues después de algunas caídas habrían aprendido a caminar; pero los ejemplos de esos accidentes por lo común producen timidez y espanto, y alejan todo ulterior intento de rehacer semejante experiencia.
Por tanto, a cada hombre individual le es difícil salir de la minoría de edad, casi convertida en naturaleza suya; inclusive, le ha cobrado afición. Por el momento es realmente incapaz de servirse del propio entendimiento, porque jamás se le deja hacer dicho ensayo. Los grillos que atan a la persistente minoría de edad están dados por reglamentos y fórmulas: instrumentos mecánicos de un uso racional, o mejor de un abuso de sus dotes naturales. Por no estar habituado a los movimientos libres, quien se desprenda de esos grillos quizá diera un inseguro salto por encima de alguna estrechísima zanja. Por eso, sólo son pocos los que, por esfuerzo del propio espíritu, logran salir de la minoría de edad y andar, sin embargo, con seguro paso.
Filosofía de la Historia. Ed. Nova. Buenos Aires.
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