Descartes e idea de Dios


Proposiciones evidentes en sí mismas y evidentes para nosotros
  Proposiciones en las cuales el concepto predicado se incluye en el sujeto y de las que tenemos evidencia.
         Santo Tomás hace una clasificación de los conocimientos humanos de gran importancia para la cuestión de la demostración de la existencia de Dios. Esta caracterización de las proposiciones es un antecedente de la clasificación kantiana de las proposiciones en analíticas o sintéticas, y es la siguiente:
I. Proposiciones evidentes en sí mismas: una proposición es evidente en sí misma cuando en la esencia del objeto al que se refiere se encuentra la propiedad mentada en el predicado, (o de otro modo: en el concepto sujeto se incluye el concepto predicado); así “los hombres son animales racionales” es evidente en sí misma pues en la esencia de los hombres se encuentra la nota o propiedad de ser racional:
Proposiciones evidentes en sí mismas y para nosotros: son aquellas en las cuales el predicado se incluye en el sujeto y en las que, además, vemos con evidencia que esto es así. El ejemplo anterior se incluiría en este grupo, como también las proposiciones “los triángulos tienen tres ángulos” y “los hombres son animales sociales”.
Proposiciones evidentes en sí mismas y no evidentes para nosotros: son aquellas proposiciones en las cuales el predicado se incluye en el sujeto pero en las que no vemos con evidencia dicha relación. Puede ocurrir que la misma proposición sea evidente en sí misma (pues describe una propiedad esencial) y para algunos sea evidente y para otros no; por ejemplo, dice Santo Tomás, aquellas personas que desconocen la esencia o concepto de lo incorpóreo pueden considerar que la proposición “lo incorpóreo no ocupa lugar” es falsa, pero aquellas que lo comprenden ven que es verdadera.
II. Proposiciones no evidentes en sí mismas: en ellas el predicado no se incluye en el sujeto (o dicho de otro modo: la propiedad no es una propiedad esencial); “los teólogos son aburridos” es un ejemplo de este tipo pues en el concepto sujeto (ser teólogo) no se encuentra la propiedad de ser aburrido, como lo muestra el hecho de que puede haber teólogos divertidos.

La proposición “Dios existe” es una proposición evidente en sí misma, pues la existencia es una propiedad que se incluye en la esencia de Dios, pero no es evidente para nosotros ya que nuestra mente no está capacitada para ver con evidencia el sujeto, ni dicho nexo o relación entre el sujeto y el predicado. Este punto es importante porque le sirve a Santo Tomás para cuestionar las argumentaciones que parten de la idea de Dios para demostrar su existencia (el “argumento ontológico” de San Anselmo). Así, el Aquinate dirá que si nuestro entendimiento fuese como el de los ángeles veríamos con tanta claridad que Dios existe como vemos que los triángulos tienen tres lados, pero dado que nuestro entendimiento es limitado, en particular por estar encarnado en un cuerpo, las demostraciones de la existencia de Dios deben partir de datos que sean para nosotros más evidentes aunque en sí mismos tengan menos racionalidad que Dios mismo. Como no sabemos en qué consiste Dios, para nosotros aquella proposición no es evidente sino que necesitamos demostrarla, y demostrarla a partir de aquello que es más evidente para nosotros, esto es, por los efectos. Además, no todo el mundo entiende por Dios aquello que es lo más inmenso que se puede pensar (como parece suponer San Anselmo) pues de hecho algunos creyeron que Dios es cuerpo.

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